Lunes 05 de junio de 2017
ver hoy
�ltimamente, cada vez escribo menos en este blog que abrà hace siete años para alertar sobre la situación de Grecia. Y no es porque ya no haya nada de lo que escribir, sino porque lo escrito tiende a repetirse hasta la saciedad. Al principio, todo eran advertencias, previsiones, tal vez conjeturas; ahora, hace mucho que se han convertido en realidades, en verdades flagrantes, en hechos incuestionables a los que sólo les hace falta tiempo para convertirse en historia. En ignominiosa historia.
Hoy seré breve. Desde hace cuatro meses, tengo un nuevo vecino en Atenas. Es un anciano enjuto y canoso. Vive en mi calle. En la calle. Entre un montón de harapos y basura que ha ido juntando a su alrededor. Desde hace tiempo, se pasa el dÃa tumbado en un colchón, inmóvil, bajo una manta y una lona de plástico. Tal vez por eso, cuando estoy en la cama, me acuerdo especialmente de él. Sobre todo, los dÃas de tormenta y viento, los dÃas en que se oye golpear la lluvia en los cristales.
Al principio, cuando se movÃa, le dejé algún dinero, y un poco de comida. Hoy me he agachado a preguntarle al oÃdo si podÃa hacer algo por él: ayuda para incorporarse, comida, una ambulancia (la ambulancia pregunta si desea ser recogido; Medicas Mundo dice que no lo pueden recoger; el centro de pernocta, que hay lista de esperaÂ?)
Da igual. No quiere que lo lleven a ninguna parte. Sólo querÃa agua, y se la di, tumbado -no puede moverse-, dejándola arroyar por mi mano hasta sus labios ulcerados. Está lleno de costras y de mugre, tiene la piel pegada al esqueleto, los ojos anegados de cataratas y, de cintura para abajo, se está pudriendo en sus propios excrementos. No quiere que lo lleven a ningún sitio. Sólo quiere morir, supongo.
Que ahora no quiera moverse no puede ser motivo para que nos quedemos con la conciencia tranquila. Es seguro que, antes, tampoco quiso verse en la miseria, ni vivir en la calle, ni acabar sus dÃas asÃ. Si tiene suerte, pronto abandonará este mundo y vendrán a recoger su cadáver. Si quienes toman decisiones para organizar la sociedad no han podido hacer nada porque este anciano -su padre- no muera podrido en la calle, yo les exijo que se callen, que al menos se callen, que no nos hablen ni un sólo dÃa más de medidas para el desarrollo, ni de salida a los mercados, ni de nuevos inversores, ni de brotes de esperanza. Que se callen mientras haya uno solo en la calle. Por respeto a sus vÃctimas. Porque la cara de este hombre a punto de morir es la de su fracaso. La de su estrepitoso fracaso.