El lugar está en ruinas y la sequÃa de 2016 afectó a los "cacaeros" que todavÃa tenÃan plantaciones allÃ.
Con el propósito de recuperar el espacio como patrimonio histórico y cultural, el empresario Lucas Kruschewsky lidera un proyecto para la restauración del RÃo do Braço.
"El RÃo do Braço es el primer distrito de Ilheús, importantÃsimo. Fue escenario de novela, de pelÃcula, está en las páginas de Jorge Amado y por eso el trabajo es de rescate cultural e histórico", explicó a Efe el empresario y activista.
La Primera actividad fue transformar las ruinas del galpón central por donde llegaban los costales de cacao, en un restaurante de comida tÃpica bahiana, para atraer primero residentes de los alrededores y, en seguida, turistas.
Según Kruschewsky, sólo de esta manera será posible "involucrar" a la población para proponer una restauración colectiva y voluntaria en el área, y como consecuencia, recuperar las ganas de los jóvenes productores en plantar cacao y producir lo que se clasifica como chocolate de origen, aquel con mayor concentración de la semilla.
"Los mejores productores de chocolate son los europeos, pero ellos no tienen ningún árbol de cacao plantado. Por eso, además de internacionalizar la cultura del cacao, el objetivo es valorizar lo que nosotros tenemos, nuestro chocolate de calidad y saludable", destacó.
Con el más extenso litoral en BahÃa, conocido como "Costa del Cacao", el municipio es uno de los primeros de Brasil, fundado en 1536, y conserva en la arquitectura del centro de la ciudadela las marcas de la era colonial portuguesa, como la estatua de la poetisa griega Safo, traÃda en barco por los portugueses entre 1924 y 1927.
Pensando en esto, muchos "resorts" instalados allÃ, como el Cana Brava, surgieron de posadas familiares que se transformaron en un motor para impulsar un turismo más barato en el nordeste, con foco en las familias de otras regiones.
El director del Cana Brava, Rafael do EspÃrito Santo, forma parte de un grupo de empresarios que "vende" el concepto del llamado ´turismo de chocolate´.
El turismo de la ciudad es el resultado histórico de las generaciones de "cacaeros", que en el ecosistema de la Mata Atlántica pasaron por veinte años sin exportar a Europa y dejaron a los hijos y nietos el cuidado y la preservación de la "cultura del cacao".
"Sinceramente, nunca comà nada tan bueno como el cacao", exclamó a Efe el pequeño Bento, de siete años, y que crece entre las haciendas cacahuales y las historias de los extintos ´coroneles´ contadas por sus abuelos.
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