No pensaba referirme a la controversia en torno al aborto, pero la tajante lÃnea editorial y la asimetrÃa con que el periódico que me aloja en La Paz, trata esa temática, me obligan a hacerlo sin tapujos, con la libertad que nace de la amistad y el respeto.
Soy un católico convencido de las bondades del Estado laico, opinión que he sostenido en varias sedes, y creo que uno de los aciertos de la actual CPE es haber afirmado con claridad que Estado e Iglesia son distintos y tienen misiones distintas, pero no separadas, porque tanto el Estado como la Iglesia miran al mismo pueblo y buscan su bienestar, aunque por diferentes medios y con diferentes fines.
Aceptar la laicidad del Estado, implica que sus Gobiernos puedan aprobar las leyes que se les canten, mientras esas leyes tengan la legitimidad de responder al mandato de la mayorÃa de la población. Por ejemplo, aprobar una ley que obligue a los niños a consumir hojas de coca seguramente encontrarÃa la resistencia de las familias.
Sin embargo, en Bolivia resulta incomprensible e injustificable la hipocresÃa de un Gobierno nacido con la careta (una de las tantas) de la revalorización de las culturas indÃgenas. ¿Sabrán algo Evo Morales y David Choquehuanca acerca del nivel de rechazo al aborto que se da en el campo?
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