Los Cajías crecimos con esa frase repetida por nuestro padre Huáscar en muchas ocasiones, sobre todo cada 25 de mayo: “al gran pueblo argentino, ¡salud!” que resume la historia de una nación valiente con extensa influencia en la región y en el mundo.
Él fue educado en un internado salesiano bonaerense y no cabe duda que aquella formación académica rigurosa y repleta de valores, de honor, marcó su sabiduría, su conocimiento de idiomas y su perfecto lenguaje. Pudo quedarse como muchos otros “bolitas” pero prefirió retornar a la patria y cumplir acá el servicio militar.
Seguramente nuestra historia familiar particular es un ejemplo entre miles que crecieron mirando al sur del continente. Mamá fue coleccionista desde su adolescencia de la revista “Tony” y luego de “Radiolandia” y recordaba al cartero que entonces llegaba en bicicleta hasta el parque de “El Montículo” y las chiquillas le arrebataban las novedades impresas en Buenos Aires. El tío Julio de la Vega sintonizaba “Radio Belgrano” y acumulaba revistas especializadas con las letras de tangos y con historias sobre mireyas y guapos de la Boca, mientras grababa en esas cintas redondas e inmensas milongas de acordes tristes. Los films de boquitas pintadas y mirthas legrands influían en la moda de las quinceañeras y la abuela Enriqueta copiaba los modelos para cocerlos en la vieja máquina Singer.
Otro tío, Alfonso, partió a Rosario en horas más dramáticas como decenas de exiliados políticos que, desde el Siglo XIX, cruzaron la frontera huyendo de la intolerancia local. Esa ruta fue de ida y vuelta pues famosos liberales y, luego, anarquistas y socialistas argentinos encontraron acá refugio, a veces el amor.
¿Cómo no recordar a nuestra generación, la de los 70, que tuvo a sus ídolos musicales repartidos entre Leonardo Favio, Sui Géneris o Almendra? También recibimos la influencia del periodismo de “Opinión” o de “Crisis” y podemos seguir una larguísima lista de autores, cineastas, poetas, minifaldas y hot pants.
En cambio, poco se recuerda el rol de bolivianos en el desarrollo argentino pues los textos de escuela apenas los nombran. El actual embajador argentino, el jujeño Horacio Macedo, rememora en cada aniversario patrio el apoyo de ilustres potosinos y chuquisaqueños, de la valiente Juana Azurduy, a las luchas libertarias de las gestas en 1810. Macedo ha construido en estos cuatro años un enjambre de datos y de relaciones que recoge lo más profundo y más auténtico de las relaciones boliviano-argentinas y mucho tenemos que agradecerle. Sin olvidar su atención especial a los caminos convergentes de las patrias chicas: Tarija y Salta, incluyendo al tronco de familias lugareñas relacionadas con los Campero y el Márquez de Tojo.
Este 25 de mayo se conmemoran 200 años del inicio independentista argentino, data coincidente con la gran gesta chuquisaqueña. El 7 de noviembre el turno será de la batalla de Suipacha, al sur de Potosí, y seguramente la celebración boliviana-argentina será en grande como ya lo prepararon los ensayos de los últimos años. Ahí, en ese valle arisco con nombre de calle porteña, una vez más se sellará esta colectiva fraternidad.
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