Ocultar las cifras sobre producción de gas y sobre exportaciones, no es una buena idea. Quien ha sugerido al Gobierno hacer esas dos cosas no es un aliado sincero. PodrÃa incluso ser un quintacolumnista.
Esta farsa obliga al directorio de YPFB a hacer el ridÃculo con una autorización al presidente de la empresa, a contratar a una certificadora, cuando todos sabemos que esa contratación debe ser hecha todos los años, sin faltar.
La otra parte de la farsa es igualmente torpe. Porque si bien YPFB suspende la difusión de las cifras sobre el gas que sale hacia Argentina, es muy fácil obtener esa información al instante desde ese paÃs, en el portal de Enarsa. No se sabe cuánto gas sale de Bolivia, pero se sabe cuánto gas llega a Argentina.
Esos dos detalles son los menos peligrosos de este juego.
Sobre las reservas, en los medios petroleros se sabe que están en 5 TCF, lo que parece correcto, pues la última vez que las midieron fue en 2013, cuando dieron 8 TCF, y desde entonces se han consumido 3 TCF.
La cosa se complica más en los detalles. El gas que va a Argentina tiene que contener lÃquidos, porque es la única forma en que se cumple con el compromiso referido al valor calórico.
Corresponde ahora que el Gobierno anuncie, con toda la solemnidad que haga falta, su decisión de suspender la compra de la planta de polipropileno a la empresa italiana Tecnimont, que habÃa pasado todos los exámenes y pruebas para adjudicarse el contrato más caro de la historia de Bolivia.
El anuncio tiene que tener una solemnidad proporcional a ese monto. Y, de paso, alguna explicación, si es fuera posible.
Y luego habrá que hablar sobre el gas que no podrá llegar a Bulo Bulo, porque todo hay que exportarlo.
Parece que la autocensura no lo cubre todo.
Vacaflor.obolog.com
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