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Domingo 28 de mayo de 2017

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Revista Dominical

La madre, el misterio del amor de Dios en la tierra

28 may 2017

Por: Ãlvaro Villarreal Alarcón - carabantxel@outlook.com

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La relación de madre e hijos, es la expresión más desinteresada e incondicional del amor humano, y por ello mismo es la que mayor sentido, estabilidad y trascendencia confiere a nuestras vidas.

El primer amor siempre es el amor de madre, y esta emoción tan intensa, que experimentamos desde niños, nos dejará una huella profunda que nos marcará el resto de nuestra vida, es por eso que es tan doloroso perder a una Madre, porque significa perder a la única persona que en resumidas cuentas nos "debería amar para siempre", a los cónyuges se les puede acabar el amor y divorciarse, los hijos se irán en búsqueda de su destino, los amigos vienen y se van, pero una buena madre siempre estará para apoyar a sus hijos.

En todas las culturas de la humanidad, el papel de madre adquiere una importancia central, no solo por su capacidad generadora de vida, sino también por su fuerza de atracción filial.

Son los fuertes lazos sentimentales que los miembros de una familia establecen con la madre, los que facilitarán la unidad familiar, un ejemplo claro de ello son las abuelas, es común que bajo su techo se reúnan varias ramas de una misma familia, dando un punto de unión a la familia extendida, y a la muerte de éstas llega la desintegración y cada rama toma caminos diferentes, tanto así que en no pocos casos se pierde el contacto por completo, y poco a poco pasan a ser desconocidos.

Sin embargo, este rol vertebrador nunca ha sido sencillo, las madres a lo largo de la historia han atravesado innumerables peligros, los más conocidos, la mortalidad en el parto, la marginación social, o la pobreza; el primero de estos ha ido disminuyendo con la mejora de las condiciones higiénicas y el desarrollo de la ciencia médica.

Por otro lado, tanto marginación y pobreza se dan aún hoy, por la inconciencia de la sociedad que llega al punto de ver a las madres como cargas económicas, personas poco productivas para el mercado laboral que consumen más que trabajan.

Esta aberrante y totalmente equivocada visión de la maternidad, en muchos casos se ha incrementado, dado el actual modelo de trabajo que ve a las personas como meros productores de recursos; este enfoque es especialmente grave en el caso de las mujeres, porque se les da el mensaje que antes de ser generadoras de vida, deben generar dinero.

Hoy, nuestra cultura globalizada está perdiendo el significado de la real maternidad, de su sublime impulso por la senda del bien, que no sólo da vida material sino que conecta al hombre por medio del amor con la trascendencia.

Problemas sociales como las pandillas, robos, asesinatos, drogas, etc. Que sociólogos, políticos, gobernantes y economistas buscan afanosamente una solución, con resultados frustrantes, llegarían a mejor puerto de darle el valor que realmente tiene la educación de una madre a sus hijos, y de tal manera crear una verdadera trasformación social en la humanidad.

Actualmente es paradójico que gran parte de los empleos mejor remunerados sean provenientes de industrias que dañan nuestra sociedad, como las fábricas de bebidas alcohólicas, tabaco o factorías de pornografía y drogas, que hace dinero a montones, mientras se subestima la profesión de ser madre siendo este rol el más importante de la sociedad y el que mayores frutos da.

Una madre lleva a su hijo como parte de ella durante nueve meses, es obvio que nadie más que ella puede saber lo que sucede con su hijo, sus pensamientos y sentimientos, la forma de educarlo y orientarlo, esto no puede sustituirse con la mejor guardería infantil; pero nuestra vida moderna, donde el dinero gana día a día más protagonismo, ha obligado a las madres a estar cada vez menos tiempo con sus retoños, criando como consecuencia seres humanos frívolos y deshumanizados, como dijera la poeta Gabriel Mistral: "Es amargo todo hombre que no haya dormido en el regazo de su madre".

Algunas mujeres se sienten avergonzadas por el hecho de ser solo madres y no contar con una profesión ostentosa, un título que preceda su nombre, y hasta a veces desestiman o retrasan su vocación de ser madres para incorporarse a la "carrera de ratas" que se ha convertido el mundo laboral, cambiando su progenitura por un plato de lentejas.

Mas, el ser madre es la profesión que más preparación y dedicación necesita, y sobre todo vocación, pues es el llevar de la mano al futuro de la humanidad. El ser Madre es misericordia infinita y justicia bien empleada, pues de otra forma es imposible una buena educación.

El ser Madre es poseer una pedagogía inusitada, pues al conocer los pensamientos y sentimientos de un niño, es capaz de elaborar toda una didáctica precisa, única, personalizada para el aprendizaje de los valores verdaderamente humanos.

El ser Madre exige renuncia total a los frutos de la acción, dando como resultado algo divino, fuera de este mundo, pues eso es lo que se llama amor. En fin, el ser Madre es la tarea maravillosa de unir lo humano con lo divino. Ya lo dijo el poeta Khalil Gibran: "La más bella palabra en labios de un hombre es la palabra madre, y la llamada más dulce: madre mía".

Todas las culturas del mundo han relacionado a Dios con la madre, su paralelismo es innegable, y en la Biblia Dios se muestra a sí mismo como madre: "¿Es que puede una mujer olvidarse de su niño de pecho, no compadecerse del hijo de sus entrañas? ¡Pues aunque ellas se olvidaran, Yo no te olvidaré!". (Isaías 49:15-16)

La madre es el misterio del amor de Dios en la tierra, su espejo mismo, en el que se nos muestra, el mayor don que se nos ha dado en vida, y no podemos hacer más que honrar su presencia y agradecerle, sabiendo que amor con amor se paga, y si los hombres empiezan a amar construirán el reino de Dios en la tierra.

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