Miriam Iporre de Miralles, una mujer tan sencilla como excepcional

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Miriam Iporre Rivero de Miralles, al lado de su familia, hizo lo posible por mantener el patrimonio de los orureños, el matutino LA PATRIA, vigente para que fuera una trinchera de lucha contra la injusticia y los abusos del poder político, para que fuera la voz de los sin voz, para que a través de este medio se defendiera las libertades de prensa y expresión.

No recibió medallas, diplomas o reconocimientos, no los necesitaba, pero de manera silenciosa aportó con ideas, con capital y con trabajo para sacar adelante este medio que es el decano de la prensa orureña y el segundo más antiguo de Bolivia, pues estuvo presente durante los grandes cambios tecnológicos, asumiendo responsabilidades o apoyando a su esposo Marcelo Miralles Bová, quien se hizo cargo de esta empresa periodística para mantener incólume el legado de esclarecidos bolivianos que lo pusieron al servicio de la sociedad y sus anhelos.

Y fue gracias a su decidido impulso que las ediciones en offset, que ya llevaban tiempo de prueba, comenzaron a salir a diario desde 1991, pues le dio la luz verde que se necesitaba, mientras su esposo estaba de viaje, ya que la vieja rotativa no daba ni para un día más, acertada determinación que no sólo salvó al matutino de la quiebra, sino que permitió que los orureños se mantengan informados como correspondía.

Por otra parte, impulsó numerosas ideas para que los lectores tuvieran además de noticias, premios y regalos, como poemarios, pegatinas, concursos, que le daban un valor agregado a este medio de información.

Y también se hizo cargo del espacio, dedicado a los colegios que querían dar a conocer sus inquietudes, denominado "Rasgos Estudiantiles".

Más adelante se le asignó el cargo de coordinadora general del matutino, desde donde velaba porque las necesidades de los trabajadores estuvieran cubiertas, gestionando una computadora, libretas o lo que fuera necesario para que todos pudieran cumplir su labor de la manera más óptima.

A Miriam Iporre de Miralles o Mirita, como se le llamaba cariñosamente, se la podría describir como "una mujer de oro" ya que era una excelente amiga, madre excepcional, amorosa abuelita, tía, hermana, porque siempre estaba a la orden para quienes la requerían; además que promovía y enseñaba valores como la solidaridad, la generosidad, la valentía, la fortaleza y la unidad.

Poseía un espíritu altruista y no descuidaba los detalles, siempre recordaba los cumpleaños y fechas especiales, agasajaba tanto a sus seres queridos como a sus colaboradores, con una atención o un pequeño regalo.

FAMILIA

Nació en la localidad de Huanuni, perteneciente al departamento de Oruro, Bolivia, en 1948, del matrimonio formado por Nimia Rivero Castedo y Napoleón Iporre Flores, era la mayor de 5 hermanos, Doris, Zaida, Esther y Jorge.

De niña vivió unos años en Huanuni, pero luego su familia se trasladó a la capital del departamento Oruro. Desde el primero de primaria estudió en el colegio Anglo Americano de esta urbe, fue alumna destacada, guaripolera de la banda de guerra de dicho establecimiento educativo, bonita como era, además poseedora de una figura envidiable fue representante de su grado en el concurso de Miss Picnic, que ganó cuando cursaba la secundaria.

Se casó joven con el gran amor de su vida, Marcelo Miralles, a quien conoció en los pasillos del colegio, de una manera algo accidentada, y se fueron juntos al más allá el 28 de febrero de 2017, cuando fallecieron en un accidente de tránsito en la carretera que une el puerto de Ilo, Perú, con su natal Bolivia.

Perdió a su primera niña, Marcelita, cuando la pequeña tenía apenas 9 meses, hecho que marcó su vida de madre, pues quizás nunca superó ese quebranto, sin embargo, siempre fue cariñosa y abnegada, cuidaba a sus otros hijos Marcelo, Ximena, Elena y Cibeles cual si fueran su mayor tesoro, y ni qué decir de sus nietos Elenita, Daniela, Leticia, Natalia, Alexia, Paolo, Avril, Iker y Lucas.

Promovía la unión familiar, pues no sólo hablaba de esos valores, sino que los practicaba activamente, invitaba a su casa a tíos, primos, sobrinos, hermanos, padres, y a cuanto familiar podía alcanzar, así se encontrasen lejos, y los atendía a cuerpo de rey, siempre atenta y buena anfitriona, le gustaba tener la casa llena y compartir el calor de hogar que reinaba en ella. Asimismo, tenía una mano excelente en la cocina, lo mismo preparaba comida gourmet que platillos criollos, además que se le daba bien la repostería, siempre elogiada por quienes tenían la fortuna de probar los deliciosos manjares que hacía.

Predicó con el ejemplo el amor incondicional, no le importaba el daño que le había hecho determinada persona, cuando aquella estaba en desgracia o tenía algún apuro siempre le ayudaba a levantarse, pese a que decía que le costaba perdonar a quien le había agraviado.

Brindaba apoyo a quién lo requería o aunque no se lo pidieran.

Su familia formada por ella, su esposo y sus hijos en sus inicios no tenía una posición económicamente privilegiada, pero nunca permitió que se sintiese esa necesidad, pues poseía un ingenio agudo y siempre se dio maña para salir adelante y sacar adelante a todos.

Como poseía habilidad en sus manos, aprendió repostería, cocina, a tejer, a coser, a pintar, a dirigir grupos humanos, a liderar empresas; era creativa y siempre presta a aprender cosas nuevas, inclusive aprendió a manejar autos y se adaptaba muy bien a las nuevas tecnologías, nunca dijo no a la capacitación, de lo que fuera.

También transmitió con su ejemplo saberes como el no darse por vencidos y siempre decía que en su vocabulario no quepaba el "no puedo", para ella todo era posible y siempre había que intentar.

Luchó desde muy joven por sacar adelante a su familia. Le gustaba la química, pero al ser madre a los 19 años tuvo que declinar su deseo de estudiar una carrera relacionada, entonces usaba su cocina como laboratorio y experimentaba con la comida, obteniendo nuevos sabores, inventando nuevos manjares.

Trabajadora como pocas, se levantaba temprano y era la última en ir a dormir. Cuando sus hijas adolescentes tenían una fiesta, era capaz de coser un vestido en una sola tarde para que pudieran asistir.

Sus hijos recuerdan con cariño la vez que hubo una crisis económica en la familia, entonces ella aprendió a tejer muñecos de lana en una técnica llamada crochenit, tejió tanto que casi perdió la vista, pero no se quejó, y le alcanzó el dinero de la venta de aquellos agraciados juguetes como para comprar ropa nueva a sus retoños y además tejerles a cada una de sus hijas un payaso de casi su tamaño para que pudieran jugar con ellos.

Cosía hermosos peluches y muñecas de trapo que hacía con amor tanto para sus hijos como por encargo para otras personas.

Pintaba en tela, hacía adornos en perlas y todo lo que sus manos tocaban se transformaba en verdaderas obras de arte.

Era muy perseverante, hubo una vez en que su suegra Elena le pidió ayuda para que hicieran una torta, la famosa "torta de Navidad", cuya receta se guardaba celosamente en reserva, a pedido de la dueña de la misma, Miriam, pacientemente, año tras año, en Navidad iba a colaborar y guardaba los ingredientes y la forma de preparación en la mente para después anotarlos en un cuaderno, hasta tenerla un día completa y deleitar a toda la familia con tan delicioso postre aún cuando doña Elenita había dejado este mundo.

Era además, amante del campo, de los paseos y de los viajes, de espíritu aventurero le gustaba conocer lugares variados, siempre iba como copiloto al lado de su esposo Marcelo, en cuya mano para conducir confiaba fervorosamente y fue de esa manera como realizaron su último viaje juntos, rumbo a la eternidad.

Hoy por hoy su familia la extraña infinitamente, pero le queda el consuelo de todo lo aprendido al lado de tan excepcional mujer, y su espíritu les ayuda a sobrellevar los momentos duros que tocó vivir tras el fatídico accidente, que cegó la vida del matrimonio Miralles Iporre, les impulsa a no darse por vencidos bajo ninguna circunstancia y a renovar su compromiso con la sociedad para seguir trabajando dentro de la ética, la responsabilidad, la honestidad, la solidaridad y la caridad.

Fuente: LA PATRIA