Jueves 25 de mayo de 2017
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Conocida como fue la sentencia contra Gabriela Zapata, pregunté cómo se identifica más a esa persona: ¿Por su nombre completo?.. ¿La Gaby?.. ¿La Zapata?
Puede que la pregunta resulte frívola ante la dimensión del hecho. Después de todo, el juicio contra La Zapata fue -y es- algo más que un proceso judicial. Fue una muestra de cómo se puede manipular la justicia para conseguir un fallo que no busca reparar un daño sino distraer la atención del fondo del asunto: tráfico de influencias.
Pero no puede haber frivolidad cuando se ponen en la balanza actualidad e historia. Para la actualidad, la importancia del juicio radica en la subordinación de un poder del Estado (el Judicial) no a otro poder sino a un partido político y sus decisiones cupulares. Para la historia, pesan más los detalles (ahora aparentemente triviales) que ayudarán a recordar este hecho en el futuro.
Un ejemplo del peso histórico de las frivolidades es el de Juana Sánchez, la más célebre de las amantes que tuvo Mariano Melgarejo. Se llamaba Juana Sánchez Campos pero, en su tiempo, la mayoría la conocía como "la Juanacha" porque así la nombraba el déspota. "De la Juana heroína sola", dice el texto de una imagen de la época, una auténtica caricatura titulada "La vida o la bolsa" en la que se ve a la mujer y al tirano en un resumen de lo que fue su tumultuoso romance: abuso de poder y tráfico de influencias.