Las cebras (las de las calles paceñas), son una de las experiencias más ingeniosas, simpáticas y bienintencionadas que se haya propuesto en una comunidad para motivar un cambio en el comportamiento de los ciudadanos. Los funcionarios municipales que se visten dÃa a dÃa de cebras ordenan la circulación, hacen respetar los pasos y preferencias de peatones, orientan y corrigen a los vehÃculos que se pasan en amarillo o -ni que decir- en rojo o se paran interrumpiendo los citados pasos peatonales, acompañan a personas de la tercera edad y los ayudan a cruzar, y otras muchas acciones que buscan servir de ejemplo.
Llevan años, muchos años en esta Ãmproba tarea, pero ocurre que cuando las cebras dejan un determinado lugar, en ese preciso instante, conductores, pasajeros y peatones vuelven a su cotidianeidad, la de la vulneración de la norma, la de la ley de la selva. A más de uno le ha ocurrido que cuando en horas de la noche se detiene respetando una luz roja, escucha los destemplados bocinazos del vehÃculo que está detrás, que reclama que se viole la ley porque a esas horas "no hay nadie". Las cebras son una dramática parábola sobre nuestro comportamiento colectivo. Cumplir la norma es una aventura que frecuentemente te lleva al infernal mundo de la burocracia, al apocalipsis del sistema judicial o al caos del dÃa a dÃa.
Si algún extranjero se afinca en Bolivia y llega con la cabeza organizada en función de la idea de que las normas son una forma de ordenar la sociedad, están hechas para cumplirse y si son vulneradas garantizan en la mayorÃa de los casos una sanción, tardará unas pocas semanas o, cuando más, unos meses, en adaptarse al estilo boliviano del "asà no más es", si no lo hace correrá el riesgo de morir atropellado en un paso peatonal, de no conseguir nunca un contrato, o de ser considerado un burro.
Los optimistas creen que la experiencia del microclima de los buses paceños PumaKatari o el esfuerzo admirable de las cebras, será como la gota que horada la piedra. Pero cuando uno amanece con un paro del transporte cuya razón fundamental es que el gobierno municipal les pone muchas multas, la tendencia es al pesimismo, o como dice Quino, a la definición de un pesimista que es la de ser un "optimista bien informado".
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