Sábado 20 de mayo de 2017
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Que el magnate republicano Donald Trump, haya llegado a afirmar que el cambio climático es un invento de los chinos, para quebrar el sector manufacturero de Estados Unidos, o que en Fox News algún periodista manifestara, tras la publicación de la encÃclica en defensa del planeta Laudato Si, que al Papa Francisco "solo le faltan unas rastas y un perro con pañuelo" para unirse a Ocuppy Wall Street -ya saben, la versión cool de los indignados nacida en Estados Unidos tras el éxito del 15M- ilustra el paisaje delirante en el que nos adentramos al analizar ese movimiento -organizado y generosamente financiado por determinadas fundaciones y empresas- que aún niega el calentamiento global.
A estos incrédulos, poco o nada les importa que el 97% de los artÃculos cientÃficos publicados desde 1990, coincidan en que el cambio climático es una realidad incontestable o que más de 800 investigadores de todo el mundo, bajo el paraguas de Naciones Unidas, hayan constatado que la acción del hombre es el principal motivo de ese aumento de las temperaturas que ya ha obligado a 26 millones de personas a desplazarse de sus paÃses, y que puede socavar la salud de un planeta que en el año 2050 contará con 9.000 millones de habitantes, concentrados principalmente en ciudades cada vez más extensas. El desafÃo al que nos enfrentamos es brutal, pero al igual que otras militancias actuales, como el patético movimiento anti vacunas, que pone en peligro la vida de nuestros hijos, en base a teorÃas dogmáticas e infundadas, el negacionismo climático rechaza la evidencia cientÃfica apoyándose en argumentos obstinadamente retorcidos y conspiranoicos, que siempre giran en torno a una idea central: la mayor parte de la comunidad cientÃfica -y por supuesto, cualquiera que divulgue sus investigaciones- es presa del catastrofismo.