Jueves 11 de mayo de 2017
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El culto a la personalidad -como el profesado al lÃder soviético José Stalin- fue parte importante de la exposición del entonces secretario general del Partido Comunista de su paÃs, Nikita Khrushev, en el XX Congreso de ese partido en 1956. Marcó, entonces, un cambio, y el concepto fue recogido por el Diccionario Soviético de FilosofÃa como la "ciega inclinación ante la autoridad de algún personaje, ponderación excesiva de sus méritos reales, conversión del nombre de una personalidad histórica en un fetiche". Sin embargo, no se desmanteló totalmente el estalinismo. Pero, eso sÃ, fue el anticipo de la inevitable caÃda del comunismo soviético, que una vez pretendió ser la eterna patria socialista universal.
Aún persisten en otras latitudes expresiones de ese culto y, como en el caso soviético, se crean leyendas y se levantan altares en homenaje a lÃderes autoritarios que se sienten merecedores de la devoción inflamada de sus partidarios; devoción por el poder que algunas veces se trasmite, como en Corea del Norte y Cuba, a descendientes y parientes.
