José Antonio Terán Cabero. Cochabamba, 1932. Poeta y abogado. En poesía ha publicado Puerto imposible (1963), Y negarse a morir (1979), Bajo el ala del sombrero (1989), Ahora que es entonces (1993), De aquel umbral sediento (1998), Boca abajo y murciélago (2003). En 2013 aparecieron sus poemarios: Escrito en el agua, La noche del buscador y Obra poética.
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Antífonas
cavas en mí o cavo yo
en tu vientre esta sed
cavas espejos ávidos me engulles
iluminas con lenguas fosfóricas mi boca
lubricas en mi cuerpo
inesperados fuegos el invierno amanece
ardo entre sus muslos recupero mi nombre
como gota me horadas
ensimismado poderío
corza de mi costado más sangrante
ilusionas los ángeles despiertas
lágrimas en el vino dionisíacas
imágenes que duran lo que un párpado
amamantas mi vuelo
celeste sobre todo celeste
eres címbalo
címbalo
ingrávida mi voz
leve en mi mano te despides
interludio de dos albas
abres la puerta en mi castillo de elsinor
ciñéndome de alfanjes te oscureces
en el ojo de un lirio
cubres la luz con sórdidas muralla
interrumpes la vida que me diste
laceras los más puros pedestales
injurias a los pétalos a la esperanza injurias
arrastras hojas muertas por mi casa
ciñéndome de labios te iluminas
en el ojo de un lirio
creas la luz con fúlgidas murallas
inmaculas la vida que me diste
limpias de telarañas los cristales llagados
inauguras los pétalos renaces desde siempre
apacientas aromas en mi casa
contigo
en mí
conmigo
idénticos
luminosos
infinitos
arbóreos
cuando estalla la noche
en un minuto
cincelado y perfecto
inesperadamente mi cabeza
lapidaria
irrespetuosa
anatemiza sin motivo aparente
claridades tus senos en mis manos
esas alas
cabe lengua tu ombligo sabe a mieles
insólitas el musgo en que me hundo
los incendios labradores
incendio las palabras y los surcos
algo así como beber el horizonte por la tarde
color de mi color yo te prefiero
echo a volar luciérnagas
curiosas y las dagas
ira que no destruye que proclama
lirios del valle
inconstante color sin pertinacia
atadura la bella
que desata nudos de marinería
centro del mundo un canto
en alabanza de tu rostro
casi en el agua de tu beso
inmóvil otra vez el pensamiento
luce su plena soledad celeste
irredento el deseo
a solas la palabra que te nombra
cantar cantar tu risa
en esta página
corsario de tu brida y de tu yegua
irme a tu infierno padecerte
látigo en mano herida que los dioses
infligen con dulzura
agonizar en ti dentro de ti reconocerme
costurera que urdes dulces hilos
enmarañas el tiempo
con solo una mirada
interminablemente
dentro un vaso de vino
lamo yo tus costuras en mi cuerpo
inencontrable ayer
arrebatado a los sepulcros
por la brisa de un ala
[si no estuviera el cosmos enlutado]
si no estuviera el cosmos enlutado
porque soñé una piedra por refugio
si mi amor no viviera de transfugio
y en medio de sus olas fuera anclado
si bastara mi hueso enamorado
para trocar en fuego subterfugio
y de pronto desnudo de artilugio
refugiárame en ti bien entrañado
si mi pez constreñido a su pecera
nadara entre las aguas de ese disco
donde acecha tu lúcido mordisco
si este baile no fuera basilisco
y en vez de condenarme a tanta espera
me apretaras un poco a tu cadera.
la muerte se defiende
bien mirada ceniza tus palabras
que mañana ha de barrer el viento
todo devuelto a su primera lágrima
como vómito al plato
y tú has vivido para verlo
no siembro oscuridades
ni ciego los arroyos
recojo los despojos de tu calle
está por cierto aquel espacio
entre el alba y la noche
la música anterior
a la mudez del pájaro
de blanqueados sepulcros es la tierra
y son cada vez menos
los que tañen el arpa
a limpiar tu basura no me humilles
trátame con respeto
escucha a navokov
y deja en paz la triste muerte
sucede en otros ojos
el aire ondula con el fuego
que ondula con la tierra
que ondula con el agua
en ese oleaje
el tiempo inexorable
y las corales
voces por su muerte
si envejeció en la calle
y el insulto
la puebla de bullicio
esa anciana
ensombrece
la canción de los grillos
es verdad que el otoño
del otoño
mis huesos
su cuerpo deshojado
pero también
dorada lumbre
en la ceniza de sus labios
y que salvo el crepúsculo
insalvable
la pesadumbre nuestra
sucede en otros ojos.
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