El contenido de su vida es el mismo. El idioma, distinto.
Riyem, de 20 años, ataviada de pies a cabeza de un luto integral del que solo sobresalen su rostro y sus manos, relata en un turco correcto pero no fluido que los primeros dos años como refugiada en Siria no quiso aprender la lengua de su paÃs de acogida porque pensaba que su estancia serÃa temporal.
Asume que es un error, porque eso le impide acceder a la Universidad, como Riyem en Gaziantep o como su propio hermano, que estudia Económicas en Ankara.
"Claro que me gustarÃa volver, pero no puedo olvidar ni lo que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha hecho por nosotros, ni tampoco lo que el mandatario sirio, Bachar al Asad, ha hecho contra sus ciudadanos", sostiene Riyem.
Ambos son originarios de Idlib, en el Norte de Siria, y ambos residen desde hace más de cinco años en el campo de refugiados de Oncüpinar en el Sudeste de TurquÃa, zona kurda, y una de las regiones con más refugiados del paÃs.
En Kilis los solicitantes de asilo sirios han superado en número a los 90.000 habitantes de la ciudad.
En los primeros años, el gobierno turco no pensó que el conflicto se fuera a enquistar y por eso, al principio, no proporcionó clases en lengua turca a los refugiados.
Waddah y Riyem viven con su familias en uno de los 3.184 contenedores de 21 metros cuadrados que son el hogar de 15.411 personas, casi 9.000 de ellos menores de edad.
Waddah solo debe compartirlo con sus padres, mientras que Riyem convive con seis familiares.
El espacio está impoluto: cortinas en las ventanas, alfombras en el suelo, todo en un tono crema que contrasta con el blanco oxidado del exterior de los contenedores.
Los dos pueden considerarse afortunados, sus padres trabajan.
El padre de Waddah es asistente de un doctor en Kilis, su madre estudia en la Universidad; el padre de Riyem ha hecho del hobby de construir mosaicos su empleo y su madre es costurera.
Ninguno de los dos puede decir si sus progenitores tienen un contrato completamente legal, si sus empleadores pagan las cotizaciones sociales y ellos los impuestos correspondientes.
De los 3 millones de refugiados sirios que viven en TurquÃa, sólo unos 7.000, según cifras oficiales, trabajan legalmente.
"Fue un gran logro el que se les concediera a los sirios el derecho a trabajar legalmente en TurquÃa, pero, en la práctica, muy pocos lo hacen", dijo a Efe Selin Unal, portavoz en TurquÃa del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
Riyem y su familia obtuvieron la nacionalidad turca esta semana.
"En mi clase en la Universidad hasta ayer yo era la única siria. Ahora ya soy una más", dijo sonriente.
Siria, no obstante, sigue estando presente en su vida de forma continua vÃa whatsapp, dado que la hermana mayor de Riyem, que al principio se exilió con ellos, volvió a Idlib para reunirse con quien se convirtió en su marido.
En otros casos, como en el de Hanan, profesora de Waddah, Siria es una realidad cotidiana.
Aunque su sustento sigue, en cierto modo, dependiendo de Siria, Hanan ha solicitado la nacionalidad turca, "porque ahora TurquÃa es mi hogar", responde con una sonrisa.
Fuente: Kilis (TurquÃa), 6 (EFE)
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