En democracia la corrupción polÃtica es el "mal uso de un cargo público para beneficio privado", es el abuso de poder de los polÃticos y autoridades para obtener beneficios personales, es la violación de las leyes y el estado normal de la correcta función de un servidor público.
ParecerÃa ser una constante frecuente la existencia de una unión, -no siempre bienvenido-, entre la polÃtica y el dinero. Tanto la una como el otro se buscan mutuamente con el fin de mantener, asegurar o incrementar sus respectivas áreas de influencia. Tanto la una como el otro exploran caminos no siempre legÃtimos para alcanzar ese objetivo.
Esta constante no ha de inducir a pensar que todo el dinero que se entrecruza con la vida polÃtica es mal habido, o que se puede simplemente prescindir del dinero para ejecutar acciones polÃticas. Es más, la democracia, dado que supone que la actividad polÃtica ha de estar abierta a los ciudadanos, a despecho de sus capacidades económicas, requiere, como una exigencia inexcusable, un financiamiento de la polÃtica que permita la participación de todos. La subvención de la polÃtica y, por lo tanto, una cierta relación entre el dinero y la polÃtica constituye, un aspecto central en un sistema polÃtico democrático.
Esto sucede a nivel de participación individual. A nivel empresarial los análisis empÃricos suelen ofrecer otros datos (sobre algunas cuestiones, en cambio, no muy diferentes).
La corrupción polÃtica atenta contra la inversión en la economÃa de un paÃs y, en consecuencia, es una práctica negativa para su desarrollo económico, polÃtico y social. Se ha llegado al extremo de convivir diariamente un acto de corrupción como si fuese normal y la gente prefiere no opinar por temor a ser difamado, ofendido y hasta perseguido por los polÃticos de turno en función de gobierno.
(*) Ingeniero
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