Yo fui en mi infancia lo que podrÃa decirse hoy en dÃa un niño con hiperactividad, inquieto y con atención dispersa. Pero para mi abuela era simplemente la pata del diablo cuyo único remedio era el quimsa charani y tenÃa mucha razón, su sola presencia hacÃa que todos esos fenómenos de la psicologÃa infantil contemporánea desaparezcan como por arte de magia y pase a ser del miembro inferior del macho cabrÃo a la pluma del ala de algún ángel de la guarda que revoloteaba por ahÃ, seguramente con miedo a que lo baje de un hondazo.
Eso sÃ, antes de que aparezca en sus manos aquel chicote trenzado hecho con cuero de llama, salÃan de su boca un sin número de advertencias y comparaciones, y una de las que más recuerdo era cuando me decÃa que yo padecÃa el mal de San Vito.
Pasado el tiempo fue mi querido profesor de básico don Ricardo Carvallo el que nos contó durante aquellas maravillosas clases que nos daba de lo que habÃa ocurrido en Francia allá por el año de 1518, pleno medioevo, en pleno feudalismo.
Un dÃa de mediados de junio de aquel año, una dama de nombre Frau Troffea sin conocido afán alguno, comenzó a bailar en las calles de la ciudad, no habÃa música, no habÃa quien le cante alguna pieza, y lógicamente no estaba como hoy en dÃa, enchufada a su celular escuchando las desorejadas y muy pervertidas rimas de algún reggaetonero. En tiempos como aquellos donde no habÃan muchas cosas que distraigan a la gente, más de uno salió a ver a la calle como bailaba la "loca" de Madamme Trofea, y más de uno habrá quedado intrigado con esta hiperactiva mujer, que sin más se puso a mover el esqueleto como si estuviera en pleno carnaval.
La cosa es que pasada una semana se le unieron 34 personas, y al cabo del mes, más de 400 personas estaban dándole duro al guarachazo como dirÃa un mexicano, y como debÃa ser, teniendo efectos no muy buenos.
Desmayos por deshidratación, convulsiones, derrames cerebrales y muertes, muchas muertes trajo consigo el descontrolado zapateo popular.
Las autoridades inmediatamente se pusieron a estudiar el asunto y como primera medida decidieron que lo mejor era fomentar el baile hasta que sea el cansancio el que los controle por sà solo, y que los problemas de descontrol y hasta muertes se habÃan debido a la falta de música,
La cosa no paró ahÃ, muy pronto otras poblaciones aledañas comenzaron a tener el mismo afán y están debidamente documentados casos como los de Bernburg, Colonia, Flandes, Franconia, Hainaut, Metz, Tongeren o Utrecht, en los que situaciones muy similares se presentaron con bailes incontrolados con variaciones como bailes sólo de niños, de mujeres o de algún solitario que empezaba a moverse como si el mismo diablo lo hubiera poseÃdo.
El caso más simpático se produjo en Italia, donde la gente que creÃa haber sido picada por un insecto, los más nombrados fueron la tarántula o el alacrán, se ponÃan a bailar y demandaban la interpretación de los músicos del pueblo para que puedan curar a las vÃctimas del envenenamiento. Gracias a ellos hasta el dÃa de hoy gozamos de las hermosas notas de la popular tarantela italiana.
Sin embargo, los estudios más modernos apuntan a un fenómeno psico social llamado "Histeria Colectiva", cuya principal caracterÃstica es que una persona debido a alguna razón o circunstancia empieza a hacer alguna actividad y el resto lo sigue o imita por ósmosis y dependiendo de la cantidad de gente involucrada o capaz de caer en el efecto, esta puede pasar de unas cuantas a millones de personas afectadas, cundiendo el pánico general, el desorden, el caos y todo lo que conlleva la debacle total.
Cientos de casos en la historia universal han dado claras muestras de este tipo de crisis, las más modernas fueron el Y2K, el calendario maya y su consecuente fin del mundo del año 2012, los 6 de junio de cada año que termina en 6, lo permanentes retornos del Hijo de Dios y hasta los suicidios en masa que provocó el apagón en Tailandia en pleno capÃtulo final de la telenovela MarÃa la del barrio.
Si la gente no salió a las calles a bailar como locas pregonando el fin de los dÃas, es porque estaba sentada o parada mirando a su celular tratando de averiguar que va a ser de todos nosotros ahora que ya no nos podemos comunicar más.
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