Las sociedades postergan su progreso cuando pretenden soterrar a las mujeres a la cocina, a la restrictiva y exclusiva misión de asegurar la alimentación de la familia y de su jefe hombre; siendo esta realidad otra de las causas para elegir la prostitución como medio de salvaguarda segura para las necesidades básicas. Las mujeres son seres pensantes por excelencia y la historia de la humanidad da crédito por ello y no requieren conocer a profundidad los fenómenos y acciones de los ingredientes de la cocina pues poseen una única y prodigiosa intuición, siendo ellas el impulso duradero y determinante de la evolución de las sociedades y, es irrefutable, que las mujeres en cualquier profesión cultivan la profundidad de la misma y sus finalidades, además de practicar con admirable denuedo el cuidado y respeto a la vejez.
Pese a estas consideraciones respaldadas por los siglos, la actitud de las sociedades ha degenerado en el abuso; en un abuso imperdonable a las mujeres al determinarles esta o aquella profesión u oficio, afortunadamente la rebeldía femenina produce un decremento estadístico progresivo. El oficio más antiguo de la humanidad, con altas y bajas, ha experimentado constantes metamorfosis conducentes a obtener las consideraciones necesarias de las sociedades, de cuyo seno surgen la totalidad de los clientes de las meretrices, denigradas ininterrumpidamente en el tiempo y en el espacio. La necesidad que las sociedades acepten la actividad regulándola racionalmente, respetando los derechos humanos sería un avance de integración entre la diversidad de grupos y actividades que acrisolan los diferentes conglomerados humanos.
El seguro social soldado naturalmente al acceso gratuito a servicios médicos para revisiones constantes y tratamientos gratuitos, es un detente para las sociedades que aún no comprenden que es una utopía tratar de separar la prostitución de la esencia o quididad de las partes constitutivas de todas las sociedades, intentando infructuosamente de desarraigarlas.
Un problema inveterado es la acción de los departamentos de policía en el mundo que, amparados en una autoridad legítima, hacen abuso de ella y de la coacción y, bajo el disfraz del uniforme, han explotado y explotan a las prostitutas con un retahíla de chantajes bajo presuntos argumentos hasta obligarlas, con el retruécano de la amenaza, a redimir servicios sexuales gratuitos. ¿Cómo pueden estas indefensas mujeres contrarrestar estos abusos y vejámenes al enfrentarse a estas pirámides de corrupción?
Paradójicamente este estrato social de las mujeres de innegable y legítima inserción en las sociedades, pese a ser denigradas, coaccionadas y chantajeadas por la ausencia de leyes específicas y por la dispersión de ellas, que no se concentra en la consolidación de sus derechos, se aviene a constituirse en un gremio, como otro, que desea insertarse como contribuyente, aportando con impuestos como cualquier actividad que genera lucro, adquiriendo derechos y obligaciones.
Lo trágico de esta realidad no solucionada correcta y legalmente en la globalidad de las sociedades del mundo, aunque, es cierto que en algunas latitudes se avanza en el respeto a los derechos humanos, empero, aun se expresan vigentes las contradicciones entre el desarrollo social y la dicotomía entre lo que es bueno y lo que es reprochable y, las sociedades se incardinan en lo bueno y el resabio de lo reprochable es para la prostitución; siendo una exigencia históricamente necesaria de las sociedades para aliviar la natural pulsión sexual de sus componentes, sin embargo, condenada a una virtual clandestinidad.
(*) Abogado, posgrado en Interculturalidad, Conciliación, Educación Superior, doctor honoris causa, escritor
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