En 2011 el Gobierno se lanzó a la aventura de propiciar la elección de magistrados. Alguien de buena o mala fe les sopló la idea de que el talento también se descubre con el voto, que para eso también sirve la democracia. Por primera vez en la historia de la humanidad, el pueblo elegía a sus jueces. La frase suena bonita y despertó la curiosidad del mundo. Los doctorcitos tradicionales iban a ser reemplazados por figuras de poncho, pollera y sombrero. Una representatividad impecable, como dijo un alto capo del oficialismo.
A poco tiempo se evidenció que era un desastre. De la cúpula del poder salieron los más duros epítetos para descalificarlos. Con aparente humildad se reconoció que se habían equivocado y que no se volvería a cometer semejante aberración. Pero el origen del descalabro está en la propia CPE. Es ella la que otorga a la Asamblea Legislativa la potestad exclusiva de seleccionar a los candidatos: una puerta para la manipulación la política. Sin embargo, a juzgar el resultado por la utilidad política, (excepto Cusi) los magistrados cumplieron a cabalidad su misión. No fue un error, como se piensa. Fue un gran acierto. Por eso se replicará en octubre próximo.
Nunca se definió claramente el tema; ni entonces ni ahora saben los políticos de qué se trata. Debe parecerles algo raro: es selección de personal para un determinado cargo; aparentemente sencillo pero es complejo. Por las decisiones que requieren respaldo del poder, tiene un elemento político; pero es, en esencia, la selección de postulantes, un problema hirsutamente técnico. Por tanto, ni todos los abogados del mundo, sin más, podrán resolver. Demanda la participación de un equipo técnico especializado en el procesamiento de datos estadísticos aplicados a la selección. Dizque la universidad garantizará la corrección y la transparencia, ¿cuál tiene especialistas en ese rubro? Con montos millonarios Bolivia contrata entrenadores para el fútbol, ¿por qué no se hace otro tanto para la justicia? Preferimos improvisar, y que el zapatero realice el oficio de albañil.
El empirismo primitivo ha inventado términos extraños y ambiguos como "meritocracia", vocablo tan feo que no existe en lengua castellana. Visto por fuera, el proceso comprende cuatro rubros judiciales (Tribunal Constitucional, etc.) Tres ámbitos de evaluación: méritos, prueba escrita y entrevista oral. Tres instancias: Preselección, selección y elección. En cada uno de estos aspectos hay varios problemas técnicos que ni se los menciona, y es sencillamente por ignorancia.
A diferencia de lo anterior, hoy la universidad entra al baile, es parte de la comisión evaluadora. Aún no se conoce un pronunciamiento institucional conjunto, pero ya es el referente de garantía que utiliza el Gobierno. ¿Sabe lo que está arriesgando la universidad? Entre tanto, de forma aislada y solitaria, pero con un gesto de bizarra valentía, el rector de la UMSA, Dr. Albarracín, ha condicionado la participación de la universidad al cumplimiento de ciertas "premisas" por parte del Gobierno. Y los otros rectores? callaros nomás.
(*) Escritor, miembro del PEN Bolivia
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