Miercoles 03 de mayo de 2017
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El avasallamiento (delito para convertir en siervos o esclavos a los hombres) que sufre el pueblo venezolano no tiene parangón en un tiempo en que, se supone, deben regir los derechos humanos y con cuya declaración y puesta en vigencia estuvieron de acuerdo tanto el gobierno de entonces como el pueblo de Venezuela.
La dictadura impuesta por Hugo Chávez ha sido el legado que Nicolás Maduro se ha encargado de seguir y, en casos, perfeccionar para destruir a la patria de Simón Bolívar que tanto pregonó libertad y justicia hasta el extremo de haber liberado del yugo español a cinco naciones del continente americano.
Lo que hace Nicolás Maduro es destruir totalmente la economía de Venezuela y con ello sumir en la mayor pobreza a un pueblo que merece siempre lo mejor y, sobre todo, disfrutar de los bienes que le ha prodigado la naturaleza como son el petróleo, gas y una producción industrial que podría alcanzar índices muy altos. La extrema pobreza del pueblo venezolano no solamente radica en la ausencia de alimentos, medicamentos, vituallas y material de vida de los hogares; adolece especialmente de carencia de libertades como es el caso de la libertad de expresión porque se ha coartado la acción de todos los medios de comunicación como son prensa, radio, televisión y comunicación alternativa. Lo extraño, lamentable es que el Gobierno boliviano apoye al tirano Nicolás Maduro que ha resultado el fruto podrido y ponzoñoso de un árbol frondoso y rico de Venezuela cuyo pueblo está conformado por hijos que son frutos dignos y ansiosos de libertad y exigen elecciones para tener autoridades honestas y responsables.