Sábado 29 de abril de 2017
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El discurso es la plasmación del pensamiento ordenado para lograr unos objetivos específicos y toda ejecución concreta del habla está circunscrita en un discurso; en tanto y en cuanto se ciña a los objetivos y a la estructuración del mismo. El discurso no debe ser una hipótesis en base a las posibilidades de percepción del auditorio y no es didáctico en la comprensión del discurso exponer la línea que separa lo empírico y lo trascendental pues aquella es impura y está subordinada a continuos desplazamientos por presión de los enfoques contemporáneos.
El discurso será siempre una facultad del raciocinio, es decir, apartado de lo intelectual, utilizando inferencias (obtener una verdad de otra verdad y relacionarla), pues es cardinal conocer que el discurso es una secuencia lingüística más extensa que una oración simple, empero, una lingüística de discurso es imposible ya que una sucesión de oraciones esta solamente regida por la voluntad o mejor, por el capricho del hablante y no representa una regularidad estructural aprehensible por una teoría general.
En este tiempo conflictivo de discrepancias y ambiciones hegemónicas, el discurso político asume una importancia vital, aunque debe aseverarse que la mayoría de los políticos no se inclinan fácilmente a la formación académica ni estudian inteligiblemente la estructura y la teleología de un discurso, sino que actúan u obran humoralmente y con los sentimientos aflorados, sin atisbo de disimulo en la objetivación de destruir al contrincante de la otra acera.