Domingo 23 de abril de 2017
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Tercera y última parte
Añimbo, octubre de 1960
Querido hermanito Moisés: ¿Has creÃdo que me he muerto? ¡Nada! Todos estos años he andao huyendo de la autoridá que me perseguÃa como perro a la liebre. ¡Sin tregua!, ¡sin dejarme fumar un pucho, pisándome los talones! Asà aprendà a dormir con un ojo abierto y el dedo en el gatillo.
¿Que si me he cargao a algún cristiano de lengua filosa o a un marido advertido? ¡Nada! Has pensao mal. La historia es larga. Aquà la tenÃs: Era el tiempo revuelto de las elecciones cuando debÃa montar en el sunicho para volver al pago, ¿te acordáis? Todo estaba listo: la bestia bien hartada, mi alforja llena de tortillas y las despedidas, hechasÂ? Digo yo: serÃa el diablo que, en entremetiu, me enjaninó para que vaya a la reunión del partido de la oposición. Entrar y recibir el aplauso más caluroso fue todo uno. -"Usté, don Plácido, es el hombre" me decÃan. "Necesitamos una persona de luces, alguien esclarecido que vaya a hablar por los campesinos." Y otros agregaban: "¿Quién tiene sus atributos?: Firmeza de carácter, elocuencia en el habla, personalidad, inteligenciaÂ?"
Me sentà comprometiu. ¿Cómo negarme a servir a la patria? SerÃa un pecao siendo que Dios fue tan bueno de concederle a uno tantas cualidades. Asà que de esa reunión salà candidato a la diputación. ¡Considerá, hermano, la responsabilidá! Entonces deshice el viaje y procedà a dedicarme ¡de alma! A la polÃtica: discursos, proclamaciones, compromisosÂ? Ver y anotar lo que necesitaba cada comunidá: esta, agua potable; aquella, electricidad; la otra, tÃtulos agrariosÂ? ¡Cómo te hubieras alegrao, hermanito, la verme con el pescuezo enflorao con amancayas, dalias y madreselvasÂ?! Mirame en el recuerdo: la frente alta y la voz segura discursiando. Me emociona al solo contarte el caso:
"Hermanos campesinos: Desde que la patria juera amasada con la sangre de los guerrilleros chapacos, todos los paisanos hemos viviu explotados. Los polÃticos copetudos que nos han representao nunca han hecho nada por nosotros. Por eso seguimos pobres y jodidos. Por eso, ellos, sin trabajar, siguen dueños de la tierra y nos pagan miserias por lo que producimos con tanto sudor. (Aquà siempre me aplaudÃan). La tierra tiene que ser para aquellos que, desde el alba, van con el arao al hombro (aquà se alzaban siquiera unas tres vivas para el candidato). Ahora ha llegao el momento de que tengamos una auténtica representación: un hombre saliu de la tierra, con las manos callosas de tanto empuñar la picana para punzar a las yuntas. ¡Yo! Yo pondré todos mis esfuerzos para conseguirÂ? (aquà decÃa lo del agua potable, la luz eléctrica o de los tÃtulos agrarios, según la comunidá). Y proseguÃa: Hermanos campesinos: necesitamos tener en el parlamento a alguien que abra la boca por nosotros. Y yo les prometo tenerla siempre abierta." (A esta altura tenÃa que acabar no más porque la gente, en avalancha, me alzaba en hombros para pasearme por la plaza o las calles del pueblo. ¡Ay, santito que era lindoÂ?!)
Bueno, efectuadas las elecciones, el cómputo dio todito a mi favor. ¡Ay, hermano, qué dulces son los triunfos de la vida�! Uno parece caminar entre nubes rosadas, el aire se siente más fresco y la chicha gratis, más rica.
Si vieras, no habÃa fiesta donde yo no fuera el primer invitao, las mozas me sonreÃan bajando sus ojos candorosos y las viejas me consentÃan esperanzadasÂ?. ¡Lo que son las desgraciasÂ?! ¡Cuando ya me tocaba viajar a La Paz, los militares dan el golpe y todito se va la mierda! La policÃa inició una persecución sañuda y los amigos dieron un giro pa´l otro lado. Yo ya no era el esclareciu sino el sonso creÃdo y el indio alzao.
Pa´ qué contarte lo que he sufriu� hasta que esta última revolución me sacó del purgatorio. Ahora toditos me dicen que vuelva a tomar el puesto. Pero ya no. Una vez no más se capa al toro.
A todo esto, decime ¿cómo estáis vos, la Matiasa y los changuitos? ¿No se ha muerto el nariz de ternero de don Paulo?
Contéstame, mirá que recién estoy pasando el tiempo malo y necesito de tu solidaridá.
Te abrazo. Plácido.
***
Campanario, diciembre de 1962
Querido hermano Plácido: ¡Bien merecido lo tenÃs por meterte donde no te importa! ¿Vis? De tus veleidades de polÃtico no has sacao nada y, tal como pregonabas en tus discursos, tus tierras fueron a parar en manos del que se preocupó y las labró desde el alba.
El viejo Paulo ha consolidao sus derechos con los tÃtulos agrarios. Asà que ahora no tenÃs nada, pero si necesitáis algo, pedilo no más. Y si querÃs sentir calor de hogar, aquà los tendrÃsÂ?
Venite y dejá de pasar el ridÃculo del polÃtico fracasao, del sonso que se cree tener "pico de oro" y solo se parece a la gallina que suelta su voz en el corral sin que nadie le lleve el apunte.