Lo que se escribe hoy y lo que se escribió entonces y ahora sale a la luz, no es la respuesta a las preguntas, las demandas, las exigencias de estos paÃses en busca de sà mismos.
Cuando se ha elegido, como ella, el oficio de escribir, la resolución de una posición en la vida nace en las palabras, transita las palabras, triunfa en las palabras.
Y sin embargo, Gaby Vallejo sabe, y eso se adivina en sus textos, que aquellos ojos, aquellas conciencias, aquellos mitos viven aún en nuestra propia sangre. Imborrables, destilados en sufrimiento, los personajes de Gaby muestran esa antigua pena, ese dolor irreprimible que es la angustia de la injusticia, de aquello que golpea y que hiere, eso de lo que no se sabe la razón ni el pretexto.
PodrÃa decirse que toda la obra de Gaby Vallejo es un alarido, a veces salido de las gargantas aun virginales de los niños, a veces de las lágrimas de las mujeres postergadas, maltratadas, ignoradas; a veces de los gestos de inútil rebeldÃa de los hombres explotados o simplemente dejados de lado como si sus vidas no tuvieran valor, no le importaran a nadie.
Ese alarido no es solo protesta: es exigencia, necesidad de justicia y de amor; de protección y de comprensión. Pero la muerte, parece decirnos la autora, no es ni el final ni la solución.
Habrá otras y otros y habrá que seguir escribiendo para que la palabra conserve su carácter omnipotente, imborrable, necesario y, por lo tanto, imposible de callar.
La palabra: esa herramienta, esa argamasa con la que se va modelando el edificio de una novela como la que hoy toma el ropaje de otro idioma para decir la misma oración desgarrada de una tierra que se reclama brizna a brizna, eco, polvo, margen, ramaje y agua.
Esa palabra reclama la mano de una autora como Gaby Vallejo para hacerse válida.
No, lo importante, lo que a las demás nos insta a seguir adelante es que la obra está ahÃ, invencible porque ha sido construida letra a letra, sÃlaba a sÃlaba sobre la base de un convencimiento y de una fuerza que la sostienen y con una maestrÃa en la escritura que la hace brillar.
Y siente que tanto su deber como su felicidad están en el manejo de la palabra que ha de pegar en el mundo con la fuerza de la roca, con la persistencia del agua.
Combina en sus creaciones fantasÃa, fábula y alegorÃa.
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