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Domingo 23 de abril de 2017

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Cultural El Duende

Mi amistad con Reina María Rodríguez

23 abr 2017

Aleyda Quevedo

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En mayo del 2008, cuando conocí por primera vez La Habana, tuve la suerte de reencontrar a mi amigo el poeta venezolano-cubano Álex Fleites para, de sus sabias manos, leer de formas poliédricas la capital de la Isla de Cuba.

A Fleites (poeta, narrador y guionista) lo conocí en 2005 en el Festival Internacional Chile Poesía, creado y dirigido por el poeta José María Memet. Pasaron tres años más hasta que, en febrero de 2008, volví a coincidir-compartir con Álex en el Festival Internacional de Poesía de Granada (Nicaragua). Y fue Álex Fleites quien me mostró las primeras vistas inolvidables de La Habana de Carpentier, Lezama Lima, Dulce María Loynaz, Eliseo Diego, Virgilio Piñera, Reynaldo Arenas, Lina de Feria, Nancy Morejón, Ángel Escobar...

Vistas-postales que jamás se me olvidarían: el esplendente malecón de alegrías y desgarraduras, las calles arboladas y los caserones señoriales de El Vedado, que a pesar del salitre y el olvido, sobreviven; los recovecos de centro Habana y los rostros de los mulatos chinos en el barrio chino; el faro y el Castillo de la Gran Fuerza; el Museo Nacional de Arte que penetra en la retina con su fabulosa colección de Wifredo Lam y Portocarrero; y en esos recorridos hablamos con fruición y admiración de la famosa amiga de mi buen amigo y admirado escritor Álex Fleites, esa poeta que yo tanto quería conocer y que había leído maravillada. Reina María era su gran amiga desde las aulas universitarias, son de la misma generación. Luego, mis amigos poetas Jesús David Curbelo (a quien conocí en Nicaragua) y Carlos Augusto Alfonso (a quien descubrí en Quito), organizaron una lectura de mis poemas en la Torre de Letras, el legendario espacio dirigido por Reina María Rodríguez, un espacio que le dio continuidad a su legendaria azotea.

Lamentablemente para mí, Reina estaba en Francia y no pude conocerla. La Torre de Letras fue el espacio que le tomó la posta al realmente mítico lugar de lecturas, debates, reflexiones y encuentros, creado por Reina en los años del período especial, en la azotea de su casa de siempre, ubicada en la calle Ánimas número 455, esquina San Nicolás, en Centro Habana.

La Azotea de Reina se convirtió, sin pretenderlo, en el centro cultural más importante de La Habana. Grandes nombres de nacionales y extranjeros de paso por la Isla leyeron su poesía y se cruzaron con los siete gatos de Reina; las mejores tertulias y seguramente los más críticos comentarios y cruciales momentos de buena parte de la literatura cubana, se vivieron en la azotea de Reina, compartiendo té negro, quizá arroz con col o cerelac. Nombres cruciales de la literatura cubana y del continente leyeron sus poemas en esa azotea: Antonio José Ponte, Rolando Sánchez Mejías, Pedro Marqués de Armas, Rogelio Saunders, Ricardo Alberto Pérez, Carlos Aguilera, Alessandra Molina, Víctor Fowler, Omar Pérez, Juan Carlos Flores, Almelio Calderón, Ismael González Castañer, Rolando Prats, Francisco Morán.

Después, en 2010 regresé a La Habana y esta vez la encontré en su azotea de la calle Ánimas en Centro Habana. Por fortuna para mí, conectamos desde el principio? y fue, desde su aparente fragilidad corporal y la velocidad de sus maneras de hablar, que también me supo mostrar -casi sin mostrar- su fuerza interior y absoluta generosidad.

Tuvimos largas tardes de conversaciones e intercambios de libros, muchas tazas de té de manzanilla bebimos con Reina hasta consolidar una amistad que me llevó cada año, desde 2010 hasta 2016, a visitar La Habana y siempre visitarla en su casa y reafirmar que vivir para escribir siempre es una gran suerte y que viajar es vivir, y vivir vale más la pena si una encuentra amigos como Reina María Rodríguez.

Ella vino dos veces a Quito como escritora invitada y pude recibirla en mi casa y mostrarle lo que para ella fue la belleza barroca más importante de Quito y Los Andes: La Iglesia de La Compañía de Jesús. En La Habana, además de beber té caliente para bajar algunos grados de calor habanero del cuerpo y conversar muchas horas y de todo, también emprendimos muchos paseos para incrementar mi educación emocional y literaria en torno a la cubanía: carricoche hasta el embarcadero de Regla, lancha para cruzar la bahía y llegar hasta la iglesia de la Virgen de Regla, y ahí rezarle invocando, en el fondo, a Yemanyá; y a la salida lectura de caracoles; almendrón hasta la Uneac (Unión de Artistas y Escritores de Cuba) en El Vedado para encontrar amigas escritoras de Reina, fue así como conocí a la escritora Marilyn Bobes; taxi hasta Alamar para tomar café con el poeta Juan Carlos Flores, (recientemente fallecido y una de las más importantes voces de la poesía cubana).

Dos de mis más recientes poemarios fueron leídos por Reina antes de entrar a imprenta; sus comentarios me fueron de muchísima ayuda porque me hicieron reescribir y revisar versos hasta someterlos al máximo de mi esfuerzo. Sus críticos aportes para trabajar el lenguaje me mostraron que una solo debe publicar cuando no queda ninguna duda sobre el trabajo; de ella también aprendí, que todo poeta debe ser ante todo: una generosa persona.

Por todo lo compartido y lo vivido, dos poemas de mi libro Jardín de Dagas están dedicados a ella, son un modesto homenaje a su amor por la poesía y los libros de poesía. (...)

* Aleyda Quevedo Rojas. Ecuador, 1972. Poeta y periodista.

Tomado de Vallejo & co.

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