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Domingo 23 de abril de 2017

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Cultural El Duende

Franz Kafka y el Real e Imperial Colegio Secundario, en lengua alemana, en la plaza de la Ciudad Vieja

23 abr 2017

Harald Salfellener

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El 10 de septiembre de 1893 fue un día memorable para Franz, que ya tenía 10 años de edad: su primer día de colegio como alumno del primer curso del "Staatsgymnasium mit deutscher Unterrichtssprache in Prag Altstadt". Para ser admitido en ese colegio de humanidades, Kafka tuvo que aprobar un examen de religión, alemán y matemáticas, lo cual lo hizo sin problemas. Ahora le esperaban los cuatro cursos del primer ciclo en las dependencias del Palais Kinsky y, si las cosas iban bastante bien, los 4 años del segundo ciclo, que coronaría con la prueba de acceso a bachillerato, un examen que por entonces se esperaba con muchos temores.

Cada curso escolar duraba 10 meses, desde septiembre hasta junio. En febrero había algunos días de vacaciones. Casi no había excursiones escolares u otras distracciones del estudio. Desde el principio, se exigía a los alumnos aplicación y buena conducta, y quien no cumpliera las exigencias debía abandonar la escuela.

Con excepción de las matemáticas, hacia las que no estaba muy inclinado, Kafka fue un buen alumno en todas las disciplinas, y en los tres primeros años del colegio, según el informe anual, incluso fue alumno destacado. Solo a partir del cuarto año, cuando las exigencias aumentaron aún más, tuvo problemas de desarrollo y los resultados escolares de Kafka empeoraron un poco; no obstante, sus camaradas de colegio no recuerdan que haya sido un mal alumno. Aunque él siempre dudaba de sus capacidades y siempre decía con temor: "No voy a pasar el examen y, si en el curso siguiente no avanzo, aunque lo evite engañando, y al final fracaso en el bachillerato, y en cualquier momento sorprendo de pronto a todo el mundo, y a mis padres, que han creído en mi aparente y continuo progreso, cuando descubran mi enorme incapacidad�"

Se atribuía mucha importancia a la disciplina, el orden, la obediencia y el celo. A pesar de que costaba dinero ir a la escuela, aquel no era un colegio para clases superiores, donde los hijos de los adinerados aprobaban todos los exámenes. La mayoría de los alumnos venían de familias germano-judías del Barrio de la Ciudad Vieja, y pertenecían a la clase media. Lógicamente, junto a alumnos más ricos, que durante el recreo de las 10 podían comprar un Paarl (par de salchichas calientes) del conserje Kletetschka, también había otros de familias menos acomodadas que, como mucho, podían permitirse un trozo de pan. Pero en el Colegio de la Ciudad Vieja, estas cosas superficiales eran mucho menos importantes que, por ejemplo en el colegio Stephan, adonde enviaban sus hijos las familias ricas de la Ciudad Nueva. También Max Brod, el futuro amigo de toda la vida de Kafka pasó aquí sus años de colegial.

Aparte del estudio cotidiano, las tareas para casa, las lecturas obligatorias, las clases adicionales y la preparación de los exámenes, quedaba muy poco tiempo para cultivar otros intereses, o incluso para juegos o distracciones inútiles. Entre los amigos de la juventud de Kafka ya estaba desde los tiempos de escuela Hugo Bergmann, el más tarde polifacético e interesante Oskar Pollak quien se convirtió en ejemplo intelectual de Kafka en los años anteriores al bachillerato, así como el amigo de las flores, Ewald Félix Príbram, hijo del director de la "Aseguradora de Accidentes de Trabajadores del Reino de Bohemia, en Praga". Kafka también tuvo un breve contacto con la asociación de estudiantes. A partir del séptimo curso, frecuentó las reuniones de una asociación, la nacional alemana "Altstädter Kollegientag". Parece ser que Kafka asistió, junto con Hugo Bergmann, a una fiesta para celebrar el fin del bachillerato. Cuando cantaron la popular canción alemana Die Wacht am Rhein, y todos se pusieron solemnemente en pie, Bergmann y Kafka permanecieron sentados, lo que al parecer condujo a su expulsión de la asociación de estudiantes.

Estas ocasionales alegrías de juventud lógicamente eran la excepción. Tanto los alumnos como los profesores trabajaban con seriedad, lo que también se veía porque el último día del año lectivo las severas pandectas repartían los diplomas en uniforme de gala, con el espadín de funcionario al cinto. Esto hoy puede parecer estrambótico, pero en la época de Kafka no era nada extraordinario. En instituciones como la "k.u.k. Altstädter Staatsgymnasium" se reclutaban los futuros funcionarios de la antigua Austria, por lo que era una prioridad de Estado que tuvieran una formación sólida y un firme fundamento de conocimientos.

La excelente educación en lengua alemana que recibió Kafka en el colegio de secundaria es, sin duda alguna, la clave para comprender su futura producción literaria. Las representaciones con una ideología sesgada de sus biógrafos anteriores no han dado buenas notas al Colegio de Secundaria de la Ciudad Vieja, ni a todo el sistema educativo de la antigua Austria. No obstante, si observamos sin prejuicios la realidad escolar que vivió Kafka, vemos una institución de enseñanza ejemplar, cuya meta era dar una formación muy elevada, y que también alcanzaba a los alumnos con capacidad y disposición para trabajar. Una parte fundamental de la enseñanza del alemán era la gramática, en especial bajo la batuta del profesor de alemán de cuarto y quinto, Karl Richter, así como mejorar la capacidad de expresión. Ambos aspectos destacarían más tarde en las grandes obras de Kafka, maestras en cuanto a estilo. Se atribuía gran importancia a la enseñanza de la redacción, sin olvidar la oratoria y la memorización de poemas, ejercicio al que hoy, desgraciada e injustamente, se atribuye poca importancia. Además, durante sus ocho años de bachillerato, Kafka adquirió una buena panorámica del canon de la literatura alemana predominante en la época. Al profesor de los tres primeros cursos, Ferdinand Deml, le gustaban en especial los cuentos de los hermanos Grimm: "quien sea capaz de hacerse con su lenguaje y su espíritu, estará protegido para siempre contra todo lo artificial en el pensamiento y la escritura". Lógicamente, también estaban las historias de los almanaques de Johann Peter Hebel, que más tarde gustaron mucho a Kafka, así como las fábulas de Lessing, los mitos, leyendas y cuentos eruditos que aparecían en los libros de lectura de cada uno de los cursos. En las clases anteriores al bachillerato se realizaba un estudio sistemático de la historia de la literatura alemana desde sus principios, atendiendo, sobre todo, a los poetas austríacos y a los clásicos alemanes Schiller y Goethe. El estudio de cada obra iba mucho más allá de la simple lectura, de modo que Kafka pudo impregnarse para sus propias creaciones de numerosas ideas y de ejemplos literarios concretos.

Pese a que el aprendizaje profundo de la lengua materna alemana era la base del estudio, no desmerecía en absoluto la enseñanza tanto del latín como del griego antiguos, enseñados por el escolapio Dr. Emil Gschwind, un excelente filólogo de lenguas antiguas. Tampoco en estas disciplinas se trataba solo de aprender la lengua, sino sobre todo también los conceptos de la vida cultural de los pueblos antiguos. Los alumnos leían con atención De bello gallico de César y Las metamorfosis de Ovidio, las Catilinarias de Cicerón y Germania de Tácito. Entre los antiguos griegos, Kafka estudió las enseñanzas de Kyros, de Jenofonte, la Ilíada de Homero, en el séptimo curso la Odisea y en el octavo curso la Antígona de Sófocles, así como diversos escritos de Platón. En sus posteriores cartas y escritos, Kafka pudo recurrir a este tesoro aprendido, cuando por ejemplo cita a Diógenes, Cronos, Poseidón, Prometeo o los héroes homéricos, y conoce bien el oráculo de Delfos y el punto de Arquímedes.

El mismo profesor, el grecolatinista Gschwind, también introdujo a Kafka en la disciplina de la propedéutica filosófica, en los secretos de la lógica y de la estética, así como en los nuevos logros de la psicología.

Las matemáticas eran una materia temida por Kafka. Max Brod afirma que a su amigo le faltaba toda clase de razonamiento matemático. El sentido de lo concreto y los conocimientos que aquí adquirió, por ejemplo en el campo de la zoología, pudo aprovecharlos bien en sus futuras obras, en las que a veces los animales tenían la máxima importancia.

Las materias obligatorias se completan con la geografía, la historia y, por último, la religión. Pero eso no era todo: Kafka también recibió voluntariamente, varias tardes por semana, lecciones de francés y de checo, de gimnasia, y tal vez también de materias artísticas, ya que entre sus sueños estaba llegar a ser algún día un gran dibujante.

El gran acontecimiento del verano de 1901 fue el examen de bachillerato, que Kafka esperaba con mucho respeto como conclusión de sus estudios secundarios. Le preocupaba en especial el examen escrito de matemáticas. También había una redacción en alemán, y otra en latín de un texto alemán. Al parecer, para la traducción de griego, que también estaba prevista, algunos alumnos, entre ellos también Kafka, se ayudaron un poco sobornando al sirviente de su profesor de griego para poder echar una mirada a esos textos.

El Palais Kinsky, uno de los más hermosos palacios nobles de Praga, es una madura obra tardía de Kilian Ignaz Dientzenhofer, construido entre 1755 y 1765 por el maestro italiano Anselmo Lurago. La decoración plástica del edificio procede del taller de Ignaz Franz Platzer. Dentro del edificio hay una escalinata tipo imperio, de los años 30 del siglo XIX. El palacio, inicialmente construido para Johann Arnold von Goltz, pasó a la familia Kinsky solo en 1786. Aquí pasó los primeros años de su niñez Bertha von Suttner, nacida en 1843 como Bertha Sophia Felicita condesa Kinsky von Chinic und Tettau, que fue la primera mujer que obtuvo el Premio Nóbel. En el ala noble del palacio, construida entre 1836 y 1839, se instaló en el año 1871 el colegio de secundaria en el que Kafka pasó sus años de estudio. Esta institución funcionó a partir de 1911 como primer "Real Gymnasium" alemán de Praga, con especial dedicación a las ciencias naturales. Cerró sus puertas en 1924.

En este palacio, con su fachada estilo rococó única en Praga, también estuvo entre 1912 y 1918 el comercio de Hermann Kafka, un lugar realmente elegante. Después de la segunda guerra mundial, sobre la base de los tristemente célebres decretos presidenciales de Edvard Benés, la familia Kinsky fue expropiada. El primer ministro estalinsita Klement Gottwald, anunció el 21 de febrero de 1948 desde el balcón de este edificio la dimisión del ministro burgués y, con ello, la definitiva toma del poder de los comunistas en Checoslovaquia.

En este palacio, que sobresale ampliamente en la plaza de la Ciudad Vieja, hay actualmente una colección de cuadros de la Galería Nacional. Las demandas de restitución fueron últimamente objeto de mucho interés por parte de los medios de información. En los locales de la antigua mercería existe desde 1995 una librería que recuerda a la empresa familiar de los Kafka.

* Harald Salfellner. Autor de "Franz Kafka y Praga".

Traducción del alemán: Pablo Grosschmid.

Vitalis, 2007

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