El huerto de doña Celia, alternativa a la sequÃa en Guatemala
23 abr 2017
Fuente: LA PATRIA
Por: Pablo L. Orosa - Periodista de EFE Guatemala
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Sobre una de esas laderas descarnadas que derriten el paisaje pajizo del Corredor Seco de Guatemala, doña Celia, dientes de gemas y voluntad de hierro, ha levantado un imperio: un huerto con cilantro, rábanos, moras y zanahorias. Frutas y hortalizas con las que hacer frente a la sequÃa que está carcomiendo a sus vecinos.
"Hace años que no llueve como debiera. Antes empezaba a llover el 1 de mayo y el 2 ya estaba todo el pueblo sembrando. No dejaba de llover hasta agosto", suficiente para el "maÃz y el frÃjol", recuerda Socorro Rivera, quien a sus 76 años tiene la mirada arrugada de tanto volverse frente al sol.
Hoy, el frÃjol, el más deseado de los manjares para los chiquillos que corretean entre las veredas polvorientas de la aldea de Escobillal, en Jocotán, ya no se da en esta zona, y el maÃz apenas alcanza para apaciguar durante unas semanas los estómagos hambrientos.
Si en el departamento de Chiquimula la prevalencia de la desnutrición crónica alcanza ya un altÃsimo 43,46 por ciento, en la ciudad de Jocotán, al pie de las montañas que conducen a las comunidades indÃgenas, esta se dispara hasta el 72,8 por ciento.
En lo que va de año, se han registrado en el paÃs centroamericano 111 muertes y 12.600 casos de desnutrición aguda en menores de 5 años.
Más allá de las muertes, la desnutrición crónica es uno de los problemas más graves que tiene Guatemala: sin una alimentación adecuada, los menores guatemaltecos no se desarrollan completamente. Ni fÃsica ni intelectualmente. Y esta es la gran amenaza para el futuro del paÃs.
Cultivando hortalizas, doña Celia ha encontrado una fuente de alimentos para los siete miembros de su familia y un pequeño negocio: los excedentes de producción los vende en el mercado local de Jocotán. Un dinero extra con el que adquirir el maÃz y el frÃjol que ya no crece en las montañas.
Mas lograr que estas florezcan en un terreno agostado por el sol abrasador que se suspende por meses entre las cimas volcánicas requiere de un tesón que pocos como Celia López tienen: ella misma buscó el agua escondida entre sus tierras y ahorró los 50 jornales de trabajo -alrededor de 3.000 quetzales (398 dólares)- para construir un pozo que alimenta hoy su cosecha.
En el idioma maya chortÃ, el que habla la población de esta zona de Guatemala, a este árbol se le conoce como "Curuxum", es decir, "mi tierra húmeda".
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