SerÃa una aporÃa intentar establecer elementos de conocimiento que podrÃan hipostasiar la forma de observar el campo polÃtico, sobre todo porque usualmente se concibe a la polÃtica sin considerar que ineludiblemente hay que pensarla sociológicamente. Es inquietantemente tentador hablar del campo polÃtico, de la comprensión polÃtica, de la intuición del ciudadano común para aplicar a la realidad del mundo polÃtico un concepto que se aproxime a esa intuición ordinaria y a las nociones que la ciudadanÃa estructura espontáneamente para comprenderla, no sin antes afirmar que lo último serÃa lo correcto, pues los humanos, mujeres y hombres, son el centro sociológico que asigna sustrato a la polÃtica.
El campo polÃtico es un microcosmos autónomo en el gran mundo social; la peculiaridad de este campo polÃtico es un microcosmos dentro del cual se aplican criterios de generación y evaluación propios que no le valen al microcosmos vecino. Este es un error que se comete repetidamente cuando se copian criterios de un microcosmos o campos polÃticos ajenos, porque cada microcosmos polÃtico obedece a sus propias leyes, obviamente diferentes al mundo social ordinario.
Desde los tiempos de los sabios griegos que nos legaron paradigmas para las formas de gobernar, aun hoy subsistentes en su contenido, se conoce que un buen polÃtico es aquel que tiene una máxima de acción cuando asume el poder: "sólo servir al pueblo", y para cumplir este corto y profundo postulado emerge por lógica decantación la figura de un personaje del pueblo.
(*) Abogado, posgrado en Educación Superior e Interculturalidad, doctor honoris causa, escritor
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