Juan Wallparrimachi nació en 1793 en el pueblo de Macha, provincia Chayanta del departamento de Potosí. Fue nieto de un judío portugués, hijo de india cusqueña y padre español. Quedando huérfano de ambos padres poco después de nacer, fue criado por indígenas y luego albergado por los esposos guerrilleros Manuel Ascencio Padilla y Juana Azurduy de Padilla, con quienes luchó por la libertad a tiempo que escribía entrañables poemas en su idioma nativo, quechua. Murió en 1814, a la edad de 20 años, en una de las batallas de la independencia. Su apellido, tomado del de su abuelo paterno, lo consagró como el "Soldado Poeta" en los anales de la literatura boliviana
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¿Para qué vivo ya?
Porque he perdido a mi paloma
estoy llorando sin ventura,
sin la mujer que me quería
¿para qué vivo ya?
Yo soy aquel que una paloma
tierna y amante se encontró
la vi tan tierna y adorable
que la albergué en mi propio seno.
Le di entero mi corazón
mas la dejé escapar
y estoy errando en mi tormento,
con mi dolor al mundo conmoviendo
y maldiciendo al cabo a mi adorada.
Y todo porque la perdí.
Ya están mis ojos casi ciegos
de tanto que han llorado.
¿Por qué será que lloro tanto?
¿Por la paloma
que anidó en mi pecho?
¿Por qué será que tanto sufro?
Estoy fuera de mí
y maldigo a mi propio corazón,
y todo porque la perdí.
No pudiendo ya verla
estoy llorando sin ventura.
Si no llego a encontrarla
buscándola como la busco
¿Qué destino me esperará?
¿Me vaciaré en mi propio llanto
o acabará la muerte con mi pena?
Quizá al saber que peno ha de llorar
y llorando vendrá a buscarme.
Me es imposible vivir solo
sin la mujer que me quería.
Paloma mía, ¿dónde estás?
Qué tierra o barranco
qué árbol o qué peñasco
de este modo te esconde
y a mis ojos te roba?
Tú no te apartas de mi pensamiento
y eres la causa de mi desventura
¡Paloma mía, vuelve!
Y si no has de volver
¿Para qué vivo ya?
¿Cómo pudiera hacer?
¿Cómo pudiera hacer
para peinar con peine de oro
tu negra y encantada cabellera
y ver cómo ella ondula alrededor de tu cuello?
¿Cómo pudiera hacer
para que los luceros de tus ojos,
abriendo el caos de mi ceguedad,
sólo brillaran en mi corazón?
¿Cómo pudiera hacer
para beber tu aliento y conseguir
que el rojo coral de tus labios
se volviera más bello todavía?
¿Cómo pudiera hacer
para que la pureza de tu mano
avergonzando a la azucena
reverberara todavía más?
¿Cómo pudiera hacer
para que el ritmo de tu andar
en cada paso fuera derramando
más flores que las que hoy le veo derramar?
Y si me fuera dado hacer todo esto,
ya podría plantar tu corazón
dentro del mío, como un árbol,
para verlo
eternamente verdecer.
Ámame
Sólo en ti está mi corazón
y cuando sueño
no veo a nadie sino a ti.
Sólo en ti pienso
y a ti también te busco
si estoy despierto.
Igual que el sol
fulguran para mí
tus ojos.
En tu faz se abren,
para regalo mío,
todas las flores.
La lumbre sola
de tus pupilas
me da la vida.
Y tu boca florida
con su sonrisa
me hace dichoso.
Ven y ámame,
tierna paloma,
no temas nada.
Pese al destino,
yo te amaré
hasta la muerte.
Esos tus ojos
Como una estrella tu pupila
cayó una noche en mi congoja.
Cuando a esconderla fui en mi pecho
se convirtió en tierna paloma.
Luego, envidioso torbellino
me la arrebató de las manos,
para evitar que la siguiera
dejome ciego y amarrado.
Encarnecido en el camino,
flagelado por lluvia y sol,
pensando en su tierna paloma
se carcome mi corazón.
La paloma agreste
¿Qué viene a ser el amor,
palomita agreste,
tan pequeño y esforzado,
desamorada,
que al sabio más entendido,
palomita agreste,
le hace andar desatinado,
desamorada?
Palomita agreste, desamorada,
amanece el día
en que yo me vaya.
Alegre golondrina,
palomita agreste,
enséñame tu camino,
desamorada,
para irme sin que me sientan,
palomita agreste,
y salvarme de mi destino,
desamorada.
Mamá
¿Qué nube será aquella nube
que oscurecida se aproxima?
Será el llanto de mi madre
que convertida en nube viene.
A todos ilumina el sol, menos a mí.
A todos les llega la felicidad,
en cambio para mí sólo hay dolor.
Más que un manantial
al no conocerla me puse a llorar
y no habiendo quién me socorriera
mis propias lágrimas bebí.
También a las aguas me arrojé,
diciéndoles: "Aguas, llévenme"
Pero las aguas me arrojaron a la orilla,
diciéndome: "Anda a buscarla".
Si ella pudiera ver en mi corazón,
cómo está en un charco de sangre,
enredado entre espinas,
llorando al igual que ella.
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