Domingo 16 de abril de 2017
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Entre el gas y el petróleo que Rusia necesita vender a Europa para sobrevivir, y los cálculos chinos de mantener la amenaza norcoreana sobre Japón, más el mal humor de Donald Trump por todas sus frustraciones de recién llegado a la polÃtica, eso de la tercera guerra parece una inminente realidad.
Después de setenta años de socialismo, Rusia asume su triste realidad, de ser la potencia económica número trece en el mundo, que vive de vender gas y petróleo, y sólo atina a amenazar con su enorme arsenal nuclear (lo único que los jerarcas del PC no pudieron llevarse) para defender su negocio de paÃs del tercer mundo.
Los chinos, aprendices en esto de ser potencia número dos, quisieran que el delfÃn de la dinastÃa comunista de Corea del Norte siga siendo una amenaza en la región y tenga quietos a los japoneses, aquellos que les infringieron la desgarradora de humillación en Manchuria hace sesenta años, y a los que les tienen jurada una venganza.
Y, en tercer plano, el CEO de nombre Donald Trump, una especie de Max Fernández norteamericano, un empresario que incursiona, sin ideas sino sólo eslóganes, en la polÃtica, y que va de tropezón en tropezón con la realidad de su paÃs, pero que ha encontrado frentes externos donde recuperar su devaluada imagen.