Un legado de reflexión, obediencia y fe

El Viernes Santo es viva expresión de fe renovada permanentemente. La profunda fe cristiana, que generación tras generación, reiteramos los creyentes alcanza sus más elocuentes manifestaciones durante la Semana Santa, pero de manera muy particular el Viernes de la Pasión de Cristo, un hecho misericordioso que se honra en todo el mundo.

De qué trata la celebración, pues de la entrega voluntaria y con amor del Padre Eterno de su unigénito Jesucristo para liberarnos del mal, el sacrificio del Hijo de Dios para limpiar nuestros pecados, es una luminosa enseñanza que nos mueve a aceptar la vida con todas sus vicisitudes y esperanzas, como un divino presente del cielo.

Reflexión, servicio, obediencia y fe a la sombra del único mandamiento que el Hijo de Dios dejó a la humanidad: el amor del uno por el otro. Esa es una enseñanza que debe cumplir el cristiano, sea este católico, ortodoxo, evangélico o anglicano, para levantar el Reino de Dios como él ordenó y según el libro de Mateo.

Para nuestra comunidad tan fervorosa como es, el Viernes Santo se constituye en el hecho más estremecedor de la liturgia que en su desarrollo nos muestra la vida, pasión y muerte del Hijo de Dios y vivir el recuerdo de ese proceso afirma nuestro espíritu y fortalece nuestra fe.

La Historia Sagrada retrotrae lo sucedido hace mucho más de dos milenios de la era en curso y vivimos recordando el Vía Crucis que pasó nuestro Salvador cumpliendo el designio de Dios Padre y limpiando con su muerte los pecados de la humanidad para luego ser parte del glorioso milagro de su resurrección y su ascensión al Reino de los cielos.

La Semana Santa al cumplirse el tiempo de Cuaresma, 40 días antes del domingo de ramos y 40 es un número bíblico, recuerda también el ayuno de Jesús por 40 días o la peregrinación de 40 años del pueblo de Israel. Jesús meditó por largo tiempo en un prolongado retiro espiritual y su pueblo encontró la vida nueva luego de una marcha de grandes sacrificios. En el tiempo presente, la oración y el arrepentimiento, el ayuno moderado, son parte importante para realizar un análisis introspectivo , para encontrarnos con Dios Padre y agradecer a su Hijo Jesucristo resucitado, que es guía y compañía en nuestras vidas.

Nuestra fe es invariable, aún reconociendo que puede ser afectada por algunas flaquezas circunstanciales, empero siempre está por encima de las pruebas el sentimiento invariable de recibir la bendición que nos transmite piadosamente el Altísimo y nos da fuerza para enfrentarnos a tiempos duros, sobrevivir indemnes a muchas privaciones, hacer frente a la pobreza, enfrentar las enfermedades y hallar la resignación ante la fatalidad.

La fe es una fuerza todopoderosa, es el atributo que nos hace fuertes y que nos aproxima a la bendición de Dios Padre y el Salvador su Hijo Jesucristo. La fe es parte de la vida misma, renovarla es decisión de cada quién, sabiendo que la misma será intensa al profesarla para vivir en reflexión, sirviendo al prójimo, obedeciendo la Ley Divina y sabiendo que la bendición suprema estará siempre a nuestro alcance.

Fuente: LA PATRIA