Tres muy buenos amigos deciden hacer un viaje a ultramar cuando la embarcación en la que viajaban naufraga, entonces los tres terminan abandonados a su suerte en una isla desierta.
En su afán de sobrevivencia comienzan a explorar la isla en busca de agua y alimentos, de pronto, dan con una lámpara muy parecida a la del cuento de Aladino.
Sorprendidos y sin poder salir de su asombro, el más despierto de los tres acomete ordenando al bigotudo de turbante y pies de humo: Quiero que me mandes a Miami, con un millón de dólares y 10 mujeres hermosas sólo para mÃ. Al instante el mismo aparece en una cama del Holiday Inn, frente a las playas de Miami, rodeado por 10 hermosas damas y una maleta con un millardo de la moneda americana a su disposición, su felicidad no tenÃa lÃmites.
Fue el tercero quien al quedarse solo tuvo más tiempo para reflexionar cuando se esfumaron sus amigos y ante la oportunidad de hacer su pedido, sintió que debÃa hacer el mismo con más análisis y conciencia.
Se dijo para sÃ, mientras uno de mis amigos esta en Miami con 10 mujeres y un millón de dólares, el otro está en Fiji con 50 mujeres y 10 millones de dólares, yo acá arruinado en esta isla, muerto de sed y cansancio y con un solo deseo para pedir. Que se arruinen exclamó. Quiero que los traigas a los dos de vuelta conmigo!!!
Muchas veces sin darnos cuenta, la envidia y la avaricia, ambos terribles pecados capitales, no nos permiten ver adecuadamente la realidad, nos enceguecen, entorpecen, e influenciados por ambas somos capaces de cometer los peores errores, cuyas consecuencias posteriormente nos provocan arrepentimientos fatales.
En por lo menos en tres oportunidades ha asistido a reuniones y otros actos de la CAINCO o FEGASACRUZ, CAMEX y la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia, reclamando que sean más valientes, arrojados y atrevidos a la hora de impulsar con sus recursos la marcha de los Evonomics del iluminado Ministro de Hacienda.
Cuando ingresó el actual gobierno allá por el 2006, un discurso bastante alentador sugerÃa que en unos 20 años, Bolivia iba a ser la Suiza sudamericana. Hace unos dÃas, nuevamente el segundo hombre al mando del paÃs dijo que dentro de 10 años, Chile nos iba a mirar desde abajo (económicamente hablando, quiero pensar) y que vamos por buen camino.
Frente a esas esperanzas (verdaderamente quisiera que se hagan realidad), uno se pregunta si estamos haciendo lo adecuado para que tanto buen deseo se fructifique, o ¿es que estamos esperando encontrar una lámpara maravillosa en esta isla desierta de acciones y sólo repleta de palabras?
No existen en nuestro paÃs, autoridades capaces de hacer respetar las Leyes a favor de la inversión privada. La misma sólo es tomada en cuenta cuando uno de estos privados o tiene negocios con el Estado o es realmente afÃn al proceso de cambio.
El Estado es aún peor, no solamente no da seguridad jurÃdica a los empresarios privados, pues cuando no van con la lÃnea gubernamental, no solo los amenaza sino que es capaz de destrozarlos de tal manera que desaparezcan del mapa y terminen exiliados en el extranjero, destruyendo sus empresas y aniquilando miles de fuentes de empleo, basta con ver a Aerosur o Enatex como ejemplos claros de esa polÃtica.
Más de un millón de dólares se gastó el señor Presidente para dar una "charla" en el Waldorf Astoria a dizque cientos de empresarios (sin contar los muchÃsimos que se habÃan quedado afuera sin poder ingresar porque ya no quedaban cupos) a los que quiso convencer de que inviertan en Bolivia.
De todos modos, más allá de la anomia de autoridad y derecho que existe en nuestro paÃs, está la sociedad, que deberÃa, por soberanÃa, ser la que haga respetar la inversión privada, pero no porque haya gente con plata que quiera ganar más plata, sino porque la gente tiene el derecho inalienable de procurar vivir bien y cada dÃa vivir mejor. Es un derecho, y los orureños lo deben hacer manifiesto y deben, con autoridad y rebeldÃa, hacer uso de su nueva Terminal o Estación de Buses, porque le brinda mejor servicio, porque le va a dar a su capital una nueva cara frente a su ciudadanÃa y sobre todo al turista que llega a su ciudad y lo primero que ve ahora es un lugar que no refleja la estampa del bien nacido en la tierra de Sebastián Pagador.
(*) Paceño, stronguista y liberal
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