Armonía de disfrute entre los bienes y la naturaleza
05 abr 2017
Raúl Pino-Ichazo Terrazas
El acceso y disfrute de los bienes materiales en armonía con la naturaleza y las personas. Es la dimensión humana de la realización efectiva y espiritual. Las personas no viven aisladas sino en familia y en un entorno social y de la naturaleza. No se puede Vivir Bien si los demás viven mal o se daña a la naturaleza. A la luz de lo precitado y en sintonía de los pueblos andinos, amazónicos y la gran mayoría de los pueblos originarios del mundo, a los bienes materiales se añaden los espirituales, como son todos los intercambios de reciprocidad. Lo central del desarrollo para vivir y convivir bien ya no puede ser solo lo económico ni menos en crecimiento y el lucro, caiga quien cayere. Vivimos más bien una doble revolución copernicana en la concepción del desarrollo. Primera: ya no todo gira en torno al crecimiento económico
Sino que lo económico gira más bien en derredor al crecimiento de la humanidad.
Segunda, tampoco la Madre Tierra, el cosmos siendo más exclusivos, gira en torno al interés solo de los humanos sino que nos sentimos también fruto y parte de esta Madre Tierra y cosmos y tenemos que avanzar y convivir juntos de una manera armónica.
De la prioridad económica se pasa a la humana y esta se inserta en lo cósmico, que no excluye lo demás pero le da un sentido más excluyente. Y solo entonces podemos comprender que es realmente en convivir bien e intentar realizarlo.
El Vivir Bien significara el fin del egoísmo, del individualismo y de la división, el fin del capitalismo, y el comienzo del comunitario, de la l solidaridad del contacto con la naturaleza y de la complementariedad; el fin del no tiempo, del tener tiempo para la convivencia, para la vida familiar, para el disfrute de la amistad y del contacto con la naturaleza. Como alternativa a esta economía de devastación, si se quiere tener futuro, se necesita oponer otro paradigma de economía de preservación, conservación y sostenimiento de toda la vida. Se necesita producir, pero a partir de los bienes y servicios que la naturaleza nos ofrece gratuitamente, respetando el alcance y los límites de cada biorregión, distribuyendo con equidad los frutos alcanzados, pensando en los derechos de las generaciones futuras y en los demás seres de la comunidad de la vida. Ella adquiere hoy cuerpo a través de la economía biocentrada, solidaria, agroecológica, familiar y orgánica. En ella cada comunidad buscará lo que consume, articulando a productores y consumidores en una verdadera democracia alimentaria.
La concepción de los Estados Continentales comparte los objetivos indigenistas y ambientalistas, pero considera un embuste hacer creer que el cambio de modelo civilizatorio será impulsado los bancos, transnacionales, paraísos financieros y las infaltables petroleras que financian a las más importantes organizaciones no gubernamentales, cuya misión fundamental es patrocinar a los indígenas y ambientalistas que depredan la tierra universalmente y se benefician de la explotación de los recursos naturales de los pueblos sometidos, de la creciente desocupación, de la explotación de los trabajadores.
Hoy, en Bolivia está impuesta una lucha por el poder, tanto material como a nivel subjetivo. Esta disputa parte del reconocimiento que Bolivia existe una distribución desigual del poder, en particular, del poder simbólico. En este sentido desde una visión indígena es destruir la dominación colonial, es decir la legitimidad de la representación subjetiva de lo boliviano y lo occidental.
De esta manera, negando la legitimidad de lo boliviano de todo aquello que es su sustrato, se intenta desestructurar el poder simbólico que propende que los excluidos, desposeídos y marginados acepten el orden de las cosas: el estado colonial republicano. No se trata por lo tanto de una democratización social del poder, sino que los dominados de antes, hoy en el poder, construyen una red de relaciones que les permitan gobernar de manera absoluta en el tiempo.
Los excluidos y dominados pasan a ser los dominadores y los de ayer los excluidos y dominados del presente y aquí se debe necesariamente realizar una disquisición: los dominados de hoy no son tratados como excluidos ni dominados solo deben comprender que el poder que ejercían era usurpado, entonces, la virtud que ostenta esta descolonización, sobre todo en Bolivia, es que el respeto al derecho y a las normas es un postulado inderogable, por lo que nadie puede sufrir injusticias, aunque la justicia sea todavía muy imperfecta hasta que pueda la justicia desembarazarse de la influencia del poder ejecutivo y los operadores de justicia estén mejor formados, que es una constante en toda Latinoamérica.
(*) Abogado, posgrado en Interculturalidad y Educación Superior, doctor honoris causa, escritor
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