Es conocida la expresión de que algo - por alguna razón - se nos quedó en el tintero. A veces la prudencia hace cerrar la boca, por si las moscas; otras, porque conviene esperar que pase un poco la tormenta o porque aún no se tiene la prueba necesaria para señalar al "fariseo en el antro de su iniquidad". En todo caso, es mejor no exponerse al insospechado proceso judicial. Todo puede suceder en este nuestro inocente y hermoso país.
Ignoro cómo encuentran sus temas los que opinan. En mi caso, vienen a situarse a mi frente como una indignación compulsiva, puede ser a través de la prensa que informa o por observación directa de la realidad. Aquella suele venir por sí misma a la punta de la pluma, y entonces hay que ponerle la "letra a la música" ¡Urgente! La otra es que, si bien no es apremiante, no carece de importancia, pero es para más despacio. Esa clase de temas son los que se registran en la agenda del tintero. La diplomacia de los pueblos o el plurinacional sin diplomacia, tal vez sea uno de ellos.
En los días precedentes un grupo de políticos fueron "graduados" de embajadores. La operación para ser tal es sencilla y simple. A usted lo nombran y eso es todo: ya es embajador o canciller, sin saber leer ni escribir, como quien dice. Hay ocupaciones artesanales donde para ser operario o maestro de taller es necesario aprender el oficio, y avanzar con humildad desde abajo. Nadie puede ser maestro albañil o maestro zapatero únicamente porque quiere; en cambio, para ser diplomático es suficiente ser militante del partido, ex comandante militar o un dirigente sindical. La divisa banzerista de que es preferible "una tonelada de lealtad por un gramo de inteligencia" está en plena vigencia, y es coherente con la consigna oficial de no pensar.
Es cierto que no era diferente en el pasado; incluso el conceder un cargo consular como regalo de boda o el cuoteo entre partidos gobernantes era una práctica conocida. En tiempos neoliberales los "diplomáticos" representaban al Gobierno y no al país. Eso no ha variado, hoy es exactamente lo mismo; quizá con el añadido de que el pasanaku ministerial es antesala de la diplomacia. Muchos están fuera disfrutando del exilio dorado en reconocimiento a su obsecuencia política.
Por lo demás, no vale extrañarse. El país produce lo que puede y saca fuera lo que tiene, ese es un axioma inexorable. Y es verdad eso de que los pueblos tienen el gobierno que se merecen. En otros países más civilizados, el diplomático es un profesional de carrera con una sólida formación en varios rubros que hacen a su delicada misión y responsabilidad; a nadie se lo aparta del montón o de la masa para nombrarlo. Luego, tal como es ese "diplomático" en el exterior, así se supone que es el país al que representa.
(*) Escritor, miembro del PEN Bolivia
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