Cuando la historia define sus escenarios y actores
03 abr 2017
Adhemar Ávalos Ortiz
Los bolivianos estamos marcados sangrientamente por el 23 de marzo de 1879, son hechos que, independientemente de otros, hicieron posibles nuestro devenir y futuro. Sería fácil decir que solamente se trata de desfiles cívicos y reminiscencias, es mucho más, de algo que los escépticos, los hombres de alma blanda no podrán interpretar nunca. Cuando un pequeño grupo de patriotas bolivianos defendió hasta la muerte el Puente del Topáter ante la alevosa agresión del Ejército chileno, el que invadió a sangre y fuego el Litoral boliviano para apoderarse de sus valiosas riquezas e intentar humillar a un pueblo prácticamente indefenso, pero pletórico de valor, la luz se hizo visible, aunque de manera frágil, pero consistente. Era un llamado a la reacción general, la de un pueblo dormido, pero nunca en condición de rendición.
La historia que habla del pasado como hechos fríos, se refiere también, y muy trascendentalmente, a utopías y sueños cargados de simbolismo, ya que descansan en las más puras aspiraciones de los protagonistas directos e indirectos del largo devenir. Y aquí ya no interesa tanto lo que ha sucedido, más bien el cómo las circunstancias y los sucesos con toda su carga emocional han quedado grabados indeleblemente en nuestro imaginario. De esta manera el valor de Eduardo Avaroa, Ladislao Cabrera y muchos otros patriotas trascendió nuestro espíritu y se anclará para siempre en nuestro pensamiento y acciones, al igual que en el de las futuras generaciones, como ha sucedido hasta hoy, después de 138 años.
El Litoral es un territorio ocupado y que seguirá siendo boliviano por más que no estemos físicamente allí, aún a pesar de algunas posiciones cómodas y arribistas que plantean olvidarnos del tema y pensar en un futuro sin salida soberana al mar. Hoy nuestro nivel de desarrollo es inferior al de Chile, un país agresor que parece predestinado a causarnos males desde nuestra ya lejana independencia, pero mañana o pasado puede ser diferente. Nos acompaña la fuerza de la moral y de la justeza de nuestra causa. Y el Tratado de 1904, que consolidó formalmente nuestro encierro geográfico, al haber sido firmado bajo la amenaza de continuar la guerra, invadiendo el Altiplano y ocupando las principales ciudades de Bolivia, además de preservar los intereses de una oligarquía pseudoboliviana, que solamente defendía ambiciones espurias, no tiene más valor que el del papel en que fue suscrito. ¡Debe ser denunciado!
La Constitución de 2009, a pesar de haber sido muy cuestionada por su contenido antinacional, etnocéntrico y reaccionario, indica claramente en su parte Novena de sus Disposiciones Transitorias lo que sigue: "Los tratados internacionales anteriores a la Constitución y que no la contradigan se mantendrán en el ordenamiento jurídico interno, con rango de ley. En el plazo de cuatro años desde la elección del nuevo ?rgano Ejecutivo, éste denunciará y, en su caso, renegociará los tratados internacionales que sean contrarios a la Constitución".
El MAS, como partido con prácticamente todo el poder en sus manos, ante el fracaso de la negociación directa con la Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, hizo caso omiso del mandamiento constitucional de 2009 y prefirió optar por la vía sinuosa y ambigua del Tribunal de La Haya. Los responsables de la violación de la Constitución, deberán ser juzgados por traición a la Patria, incluyendo al Presidente y parlamentarios del anterior periodo constitucional, cuando la correlación de fuerzas lo determine. Nuestros muertos de la Guerra del Pacífico, aunque simbólicamente, nos lo exigen. Este 23 de marzo de 2017 nos convoca a sostener en alto las banderas de nuestra reivindicación marítima y volver al Océano Pacífico con soberanía, es un imperativo histórico que debe impulsarnos hacia el futuro al costo que sea necesario.
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