La educación durante la adolescencia, es la formadora de las principales dotes que favorecerán o condenarán al hombre durante el resto de su vida y por eso de la importancia de sus caracterÃsticas, tanto en el contenido de su pensum estudiantil, de las facilidades o perjuicios en la instrucción, de la calidad y cantidad de sus maestros y compañeros de clase, pero sin duda, sobre todo de la calidad de disciplina o indisciplina que haya en su establecimiento durante el periodo escolar.
Por ello, todos los establecimientos escolares, para favorecer a quienes realmente quieren aprovechar su paso por las aulas y controlar a quienes prefieren divertirse y hasta hacer maldades en lugar de estudiar, crean y adoptan medidas disciplinarias que van desde las más drásticas hasta las más absurdas para poder contener a los muchachos que en su mayorÃa además, están atravesando por la edad del burro.
Es imposible imaginar un colegio gobernado con las reglas de mis tiempos en la actualidad, cuando lo más tramposo que se nos podÃa imaginar era un pedazo de papel en el que quepa con una letra diminuta lo que podrÃamos imaginar que se le ocurra preguntar al profesor.
Hoy en dÃa una enciclopedia completa cabe en la memoria del más modesto de los celulares y hay aplicaciones a las que les alcanza con fotografiar una fórmula para que desarrolle el ejercicio completo y te puedas sacar 100 en matemáticas sin siquiera saber la tabla del 5.
Padres y maestros deben estar conscientes que hoy por hoy lo importante ya no es forzar a que el joven estudie sino motivarlo con ejemplos, no de lo que les podrÃa pasar si no estudian, sino más bien de lo buena que serÃa su vida si se esmeran.
Muchos por entonces, en lugar de hacer lo debido, en lo que empleábamos nuestra mente e ingenio, era en buscar la manera más ingeniosa y sencilla de engañar al profesor con algún chanchullo, hacer de cuenta que las horas de holgazanerÃa habÃan sido bien invertidas pues de cualquier modo tendrÃamos mejor nota que todos los waskiris que nos hacÃan quedar mal.
Obviamente nada estaba más lejos de la realidad, y como la vida es justa, los aplicados siempre sacaban buenas notas y los otros terminábamos con un rojo en la libreta, una paliza a cargo del progenitor y seguramente horas extras de estudio a la hora del desquite.
En todo caso lo que era digno de reconocer eran las astutas mañas que se daba uno al momento de la inventiva, y pues cuando lo que fallaba no era la trampa en sÃ, sino la estrategia con la que se lo empleaba, los escritorios y cajones de los maestros y directores, se llenaban de artilugios y aparatos que hoy por hoy llenarÃan un museo mucho más interesante que el erigido en Orinoca.
La cosa es que en cierta oportunidad para cumplir un castigo que ya ni recuerdo su razón, me tocó hacer limpieza en la dirección, en cuyas instalaciones pude acceder a ver uno de esos cajones que tenÃa por lo menos 300 objetos incautados a los porfiados estudiantes que o habÃan querido tomarle el pelo al educador o simplemente llegaron al colegio con un elemento prohibido y claramente no tuvieron los argumentos para reclamarlos.
Calculadoras en cantidades ingentes, algunas de ellas absurdamente grandes, bandas elásticas, walkmans, radios, lentes falsos, y hasta un yeso para algún brazo tramposo estaban entre los artilugios de aquel singular cajón.
Pero lo que me llamó la atención fue la ingente cantidad de yoyós de Coca Cola y marcas similares que habÃan sido decomisados durante ese año lectivo. Resulta que durante el año 1986, los promotores de la popular bebida, tuvieron como idea promocional la de popularizar el singular juguetito que últimamente habÃa sido echado al olvido.
Aparte de un diseño interesante y muy llamativo, y de hacer que estos sean de una estructura singular que permitÃa hacer varios trucos con los mismos, trajeron de gira por las principales ciudades del paÃs a los "campeones mundiales del yoyó", como si alguien en este planeta se le pudiera ocurrir la singular iniciativa de organizar un encuentro planetario para este particular juguetito.
Los tales campeones eran unos jovenazos muy simpáticos, uniformados con un llamativo terno rojo y hacÃan de las suyas de colegio en colegio demostrando sus habilidades con la rueda sujeta al hilo y como quedábamos impactados con las piruetas de estos atletas, todo el mundo querÃa tener uno para hacer el perrito, el caminante, la torre Eiffel o la vuelta al mundo a nivel campeón mundial.
Al principio era interesante ver a todos vista al piso sube y baja el opa redondo colgado del dedo, pero cuando los profesores se dieron cuenta que ese elemento podÃa quitarles la atención incluso de sentados y más de uno le habÃa roto la cabeza al compañero por tratar de sacarle el pucho de la oreja, dejó de ser instrumento de diversión y pasó a ser un enemigo del estudiantado y se procedió a prohibirlo primero y luego decomisarlos como si fueran hechos de algún elemento narcótico.
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