Loading...
Invitado


Domingo 26 de marzo de 2017

Portada Principal
Cultural El Duende

BARAJA DE TINTA

Mi hermano Plácido

26 mar 2017

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

Primera de tres partes

Campanario, febrero de 1949

Señor / Plácido Gómez / Añimbo

Hermano mío: ¡Por fin sé que no te has muerto como te lloraba la mamita! Mirá lo que son las cosas. Estando en una chichería, se me adelanta un forastero; de apelativo: don Benito Rueda ¿lo conocís? Y me dice: ¡Caramba! En mi pago hay un hombre "papa partida" de usté. Aunque ahora que lo miro bien, él tiene cara de cachazudo y abeloriao� Por casualidá ¿es su pariente? Se llama Plácido Gómez. -¡Es mi hermano!- grité dándole un juerte abrazo y, sin esperar que termine el fandango me vine a la casa para escribirte.

Hermanito querido: ¡Cómo nos ha dolido tu ausencia! ¡Siete años de olvido como si la mama y yo nos hubiéramos finao! Ni una palabra, ni un encargo, ¡nada! Te has ido diciendo que ibas a dentrar de socio en una molienda y que volverías exacto a los nueve meses, con plata para pagar tus cuentas y para casarte con la Aurorita. ¡Ni lo uno ni lo otro!

Bueno, pero, para qué entro en detalles si no estoy seguro de si vos sois realmente, vos y no otro de iguales generales, además, no tengo mucho tiempo porque don Benito ya tiene ensillao el caballo y me apura. Entonces, prefiero esperar que me contestís para contarte muchas cosas que aquí han pasau: unas buenas; oras malas. Una desgracia de la mamita y otra, nacida de la semilla de tu dejadez y olvido. ¡Por lo que más querís, hermanito Plácido, respóndeme prontito! Hasta entonces viviré como atorao por un camote caliente.

Moisés Gómez

***

Añimbo, septiembre de 1949

Señor / Moisés Gómez / Campanario

Querido Moisés: ¡Mirá la alegría que me has dao, al escribirme! ¿Decís que han pasado siete años de mi partida? Pero si me parece que ayer nomás salí del pago. Decime, hermano ¿qué desgracia le ha ocurrido a la mamita? Porque sin eso yo he tenido parte, juro que me parto la cabeza con la misma resolución que tuvo Eustaquio Méndez para cortarse la mano. ¿Te acordáis de la historia?

Contame, Moisés, toditos los problemas a los que aludís en tu carta y así, de un tirón, porque sabís que tengo el lomo duro y que me he criao soportando garbas sin poncho.

Te abraza, Plácido.

***

Campanario, octubre de 1949

Querido hermano Plácido: Está visto que seguís cachazudo. Escribís después de siete años y no contáis nada. ¿Acaso no tenís en cuenta que aquí se nos va el alma por saber de tus correrías? ¿Por qué aparecís por el norte habiéndote ido pa´l sur? ¿Te has casao? ¿Tenís hijos? ¿Quién es la alma bendita que te aguante? Para no caer en lo mismo que reparo, comenzaré a contarte algo de lo que aconteció en el Campanario. Como dicen que los tragos amargos hay que tomarlos primero, principiaré por decirte que la mamita se fue al cielo. Lo hizo mirando el camino por el que tenías que llegar. Una tarde la hallamos calladita, como una amapola herida, los ojos febriles y el pulso apagao. Se fue susurrando tu nombre. ¡Hacele rezar una misa, Plácido! Te digo que le darís la sorpresa grata que no le diste en su vida.

Respirá hondo porque todavía las desgracias no han terminao. Por si te hubieras olvidao, te recuerdo que para entrar en la sociedad que te sacó del pago, empeñaste, por tres mil bolivianos, al viejo avariento de Paulo Arenas, todito el tapial que te dejó nuestro papá. Ahora decir: ¿Ese día estabas alunao, borracho quizá? ¿Cómo has comprometiu un interés del 10 % y de yapa ese enredo de que si no pagabas puntualmente los intereses, estos entrarían a engrosar el capital?

Yo digo que como en el pago se te iba conociendo como un tamaludo, el viejo malició lo que iba a ocurrir y se aseguró capital y réditos. ¡Salió ganando�! Menos mal que estáis vivo y podís recobrar lo tuyo con un poco de empeño.

Ya imaginarás cuánto julleriaba don Paulo y lo mucho que sufría la mama. Por eso y porque me hervía la sangre al ver tus tierras en manos ajenas, me di la tarea de avisarte. ¡Cuántas cartas te habré escrito todos estos años�! ¡Los encargos que te habré mandao con todos lo que viajaban pa´l sur�! ¡Y el número de veces que pregunté por vos�.! ¡La mierda! Cómo pa´ llenar un diccionario.

A todo desconocido que llegaba, yo me acercaba para preguntarle: -Dígame forastero ¿conoce usté a un tal Plácido Gómez?- Por el nombre� no, pero� ¿cómo es él? -me decían algunos- ¡Igualito que yo, pero un poco calmoso! ¡Nadie me pudo dar noticias tuyas! Como si te hubiera tragao la tierra. Y así pasaron los meses y los años. Creo que toditos en la familia te creímos finao. Un día ¡bendito sea! Cuando menos lo esperaba, estando en la chichería de doña Pascuala, un viajero me sale dando la noticia de que seguís vivo. Mi corazón dio una voltereta y corrí a buscar papel y tinta.

Bueno, el papel se me acaba y la vela parpadea próxima a ser dijunta. ¡Vení pronto a arreglar tus asuntos�! Sentaos mano a mano, bajo el limonero del patio, podremos contarnos nuestras penas y esperanzas.

Te espero. Moisés

***

Añimbo, febrero de 1950

Querido hermano Moisés: Casi sin terminar de leer tu carta, fui a buscar un lazo para ahorcarme en un molle. Así pensé pagar mi ingratitú con la mamita y pasar -al momento- al otro mundo para darle las explicaciones del caso�

Después, se me aclararon los hechos. ¿Sabís, hermanito? No ha sido mi cabeza la mala, ¡fueron mis "patas"! Mi cabeza codiciaba por regresar donde ustedes pero al filo siempre se presentaba algo importante que me detenía y entonces mis patas se ponían pesadas, como adobes. En este trance, me acordé de ese cumpa que tenía el agüelo. Se llamaba Humberto. ¡Clarito lo estoy viendo�! Pues bien, él por una burrada que hizo, se cortó dos dedos, yo -me dije- por haberle dado a la mamita tanta amargura, me sacaré siquiera una pata. ¡Ya mismo alcé el machete!, cuando oí la voz de la finadita diciéndome: "Si serás truhan; ahora con dos patas no sois capaz de arribar en la vida� ¿cómo harís para vivir solo con una? Entonces bajé el brazo pero la sangre me seguía hirviendo por dentro. ¡La pucha, tenía un coraje�! Ya te imaginarís cómo me sentía. Vos me conocís.

Con el paso de los días me llegó la serenidá. Y ahora, hermanito Moisés, ya estáis enterado a quién le debís todavía me encuentre enterito.

Bueno, esta carta la dejo para terminarla mañana, pues estoy viendo que se acerca una tormenta que parece traer en ancas al infierno. No vayan los diablos a cargar con mi moro. Vuelvo mañana.

¡Lo que son las cosas�! Después de casi dos meses, agarro la pluma para seguir nuestra charla.

Ya maliciaba lo del moro. ¿Vis? Aura me he quedao a pata. Un rayo me lo ha matao. El maligno, vuelto fuego, cayó justito en el molle donde lo tenía atao.

Me decís que te cuente de mis correrías: he teniu tantas que no sé por cual empezar, pero te aclaro que no me he casao, aunque, por dos veces, estuve a punto: la primera la esquivé yo. Es que se trataba de una moza mezcla de itapalla con ají putita. ¡Ni pa´ que! -me dije-. A mí me gusta la calma, saboriar los alimentos lentamente, mirar desde la sombra cómo pasan las horas calurosas, aguaitar la primera estrella, discutir con formalidá los asuntos de la patria� A tiempo me di cuenta y así, de repente, una mañana, monté en el moro y cambié de domicilio.

La segunda vez, ella me dejó con el terno nuevo y un sabor amargo en el alma� Desde entonces, solo de vez en cuando, me engolosino con alguna moza, pero tengo un cuidao bárbaro de no pasar adelante� (vos sabís que yo soy bien avispao) y peor ahora que me contáis que mi herencia está en peligro. ¡Realmente qué podría ofrecerle a una prenda�!

Respecto al tapial, pienso como vos, que no hay tiempo que perder, me compraré un caballo y el rato menos pensao me tendrís por allá. Vamos a ver si teniéndome, frente a frente, y con un buen abogao, el viejo avariento no se caga en sus pantalones.

Hasta entonces, recibí mi cariño. Plácido.

Nota: ¿Qué fue de mi Aurorita?

¿Todavía me espera?

Continuará

Para tus amigos: