En esa habitación, en distintos momentos, dos jóvenes escritores vivieron la misma experiencia casi epifánica: un dÃa, en los años ochenta, Ribeyro los dejó entrar y les mostró sus diarios cuando aún no pensaba en publicarlos. Ambos jóvenes escritores -Santiago Gamboa (El sÃndrome de Ulises) y Guillermo Niño de Guzmán (Caballos de medianoche)- ingresaron a la habitación y vieron lo mismo: las estanterÃas repletas de libros y en una parte de estas -en el estante más cercano al piso-, cuadernos, muchos cuadernos y archivadores con los diarios de vida de Julio Ramón Ribeyro.
Según Jaime Campodónico, el editor que publicó los primeros tomos de La tentación del fracaso (en Perú se editó en tres volúmenes), habÃa material para publicar entre siete y nueve tomos más. Es decir, muchas, pero muchas más páginas que las 704 que contiene La tentación del fracaso.
Esas que van desde 1979 hasta 1994 -año en el que fallece el peruano-, justo cuando habÃa ganado el Premio Juan Rulfo y su obra comenzaba a ser reconocida.
A partir de cierto momento, la historia de Julio Ramón Ribeyro se confunde con la historia de sus libros. Leer La tentación del fracaso o La palabra del mudo -sus cuentos completos- parecieran ser la mejor muestra de que vida y obra, acá, se fundieron casi completamente. Porque leer un cuento como "Solo para fumadores" -una apologÃa del acto de fumar y, de paso, un retrato de los años cuando operaron a Ribeyro, dos veces, de cáncer- o revisar cualquier página de sus diarios, resulta, a ratos, el mismo ejercicio.
"Escritor discreto, tÃmido, laborioso, honesto, ejemplar, marginal, intimista, pulcro, lúcido: he allà alguno de los calificativos que me ha dado la crÃtica. Nadie me ha llamado nunca gran escritor. Porque seguramente no soy un gran escritor", anota en 1976.
Pero, sin duda, fue durante sus últimos años en Lima, a partir de 1990, cuando Ribeyro vivió con mayor certeza el reconocimiento de su obra. Jorge Coaguila, experto ribeyriano y autor de ensayos y entrevistas al autor, lo conoció en aquel tiempo y recuerda el mÃtico lanzamiento del tomo 4 de La palabra del mudo, cuando el lugar se repletó:
"HabÃa muchas expectativas, porque no publicaba cuentos desde 1978 y ya para muchos era el mejor cuentista peruano de todos los tiempos. Entre las cosas que ocurrieron ese dÃa, un sobrino suyo quiso entrar al auditorio y le dijo a un guardia:
´Yo soy sobrino de Ribeyro, quiero pasar´. Y este le respondió: ´Lo mismo me han dicho muchos, asà que no lo puedo dejar entrar. Son demasiados sobrinos´".
Su madre concuerda con esta opinión, aunque confiesa que no cierra, completamente, la posibilidad de que se publiquen y asà se cumpla, de alguna forma, con la dedicatoria que le escribió Ribeyro a Jaime Campodónico en la primera página de un ejemplar de La tentación del fracaso:
"Este es el primer tomo y quiero que cumplas con editar los 10 siguientes. Un abrazo, Julio Ramón".
* Diego Zúñiga H. Escritor y periodista chileno (1987).
Tomado de Letras s.5
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