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Domingo 26 de marzo de 2017

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Revista Dominical

Sociedades infantilizadas

26 mar 2017

Fuente: Por: Álvaro Villarreal Alarcón carabantxel@outlook.com

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Hace varias décadas que vemos cómo nuestros jóvenes cada vez maduran más tarde, que se les hace difícil ponerse el rol de adultos. Podemos atribuirlo a que los tiempos de antaño eran más difíciles, a que te exigían más, que no eran tiempos para tonterías sino para hombres y mujeres hechos y derechos, porque tiempos difíciles hacen hombres fuertes. Más en nuestra época, la revolución tecnológica ha significado un arma de doble filo para la juventud, ya que también ha fomentado la pereza, el desinterés, y el mínimo esfuerzo. Lo que años atrás resultaba tan difícil de conseguir, ahora se puede hacer en poco tiempo y sin salir de casa. Ahora somos ociosos esperando la llegada de nuevas tecnologías que nos hagan la vida cada vez más cómoda e insípida, dirigiéndonos a un materialismo estragoso donde gobiernan los placeres degradantes.

No es difícil encontrar en nuestros días a hombres y mujeres frágiles, desganados, que ante el más mínimo estrés se agobian, se deprimen, o se dan por vencidos a la primera, personas con falta de voluntad que esperan recibir con las manos abiertas, sin hacer un esfuerzo significativo por lo que quieren, y si lo que quieren es muy dificultoso esperan que lo haga alguien más y en la misma lógica exaltan sus mínimos logros, como tareas heroicas, pero no aceptan ninguno de sus fracasos y encuentran excusas o culpables para estos, pretendiendo quedar siempre como víctimas débiles y frágiles ante una vida que les queda grande.

Ha llegado a tal punto esta fragilidad de la sociedad moderna que se ven ofendidos, atacados, y hasta traumatizados por cualquier opinión que discrepe de su endeble y relativizada "vida moderna" así podemos ver que grandes intelectuales de nuestra época son censurados, instituciones que siempre habían otorgado el Norte ahora son cuestionadas, degradadas y hasta perseguidas. Es que la moderna libertad de expresión no admite ni tolera el cuestionamiento a una vida caracterizada por darle gusto al gusto y cuyo fin máximo es una felicidad material que se puede comprar en cualquier centro comercial, que siente como arcaica, tediosa y pesada a la moral y a las buenas costumbres.

Hoy la sociedad se refugia en lo "políticamente correcto" esta es la censura actual, porque La Verdad nunca ha sido políticamente correcta, ya que ésta siempre duele pues pretende señalarnos nuestros defectos, meter el dedo en la llaga de nuestras miserias; ante lo cual reaccionamos como mocosos malcriados y hacemos berrinche, afirmamos que se nos ha dañado nuestra frágil sensibilidad, e invocamos la censura, esa que nos mantiene sobreprotegidos e infantilizados.

Vivimos una plaga de la corrección política que constituye una asfixiante censura, que condena a la sociedad al miedo y a la ignorancia. Que si nos ponemos a analizar, no es más que un producto del pensamiento infantil, que busca que alguien más le solucione los problemas, y a la vez pretende cerrar los ojos ante determinadas realidades para hacer de cuenta que éstas no existen. Una persona madura hace justo lo contrario, sabe que la realidad no siempre es bella ni buena, toma conciencia del mal que la rodea, sabe enfrentarse a las contrariedades, al sufrimiento, y lo más importante es fiel a sus principios aprendiendo a rebatir los criterios opuestos.

Una sociedad infantilizada, de fácil dogmatización y que se limite a meras consignas sencillas, como adorar al caudillo de turno, es el sueño húmedo de cualquier gobierno de tintes tiránicos, será precisamente este tipo de gobiernos que fomenten esta infantilización, y asumirán al ciudadano, como poco avisado, ingenuo, un adolescente permanente. Este estado paternalista asegura a sus súbditos que resolverá todas sus dificultades a cambio de renunciar al pensamiento crítico, y delegar en sus dirigentes todas las decisiones con la promesa de una larga infancia desembarazada y feliz.

Es precisamente este tipo de políticas, que han dado lugar a una de las peores enfermedades que ha corroído y corroe nuestra América "el populismo" que no es más que jugar con los anhelos de bienestar de los ciudadanos con políticas y reformas que a buen entendedor son ridículas, que subestiman e insultan la inteligencia de sus connacionales intentando fabricar falsos mesías de pacotilla que pregonan como insustituibles. Es este populismo la estocada final de un proceso de ingeniería social perverso, reduciendo a la sociedad a niños hipnotizados entretenida con los "juguetes" que les lanzan desde arriba; cuyo gobierno los convence con promesas simples fáciles de entender, y alejadas de la complejidad que le correspondería a un electorado adulto; pero más triste aún, esta sociedad infantil no exige a sus políticos formación, ideas, capacidad de ejecución, honestidad, soluciones serias y a largo plazo, sino que se conforman con un líder carismático, campechano, de frases divertidas y que dice lo que todo el mundo quiere oír, obviamente sin que esto sea necesariamente verdad.

La gente de hogaño envejece, pero los rasgos adolescentes permanecen en una porción significativa de sujetos adultos, que huyen de la vejez y han convertido a la juventud en su objeto de culto, y recurren a todo tipo de artificios para aparentar esta. En nuestros tiempos ser anciano ya no es una virtud que te daba experiencia, y conocimiento, sino que es una vergüenza. Tan mal y tan bajo hemos caído que ya no son los jóvenes los que imitan la conducta de los adultos, sino al revés, los adultos con sus miedos e inseguridades pretenden ser jóvenes sempiternos, desenvolviéndose en entornos donde escasea la responsabilidad.

Hemos olvidado penosamente que la madurez consiste en la adquisición de juicio para distinguir el bien y el mal, la formación de los valores y principios, pero más importante la disposición y aceptación de responsabilidades, que nos permiten ser dueños de nosotros mismos y como personas responsables poder orientar a los demás.

Renunciar a la adultez es un síntoma inequívoco de que nuestra sociedad está profundamente enferma y que ha perdido su Norte, y su esencia. Por eso es tan importante que nos hagamos responsables, primero de nosotros mismos, de nuestra familia, y nuestro país, porque sólo gente bien formada y con convicciones firmes, podrá construir una mejor sociedad.

Fuente: Por: Álvaro Villarreal Alarcón carabantxel@outlook.com
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