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Domingo 26 de marzo de 2017

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Revista Dominical

Miró y sus esculturas

26 mar 2017

Por: Carlos Decker-Molina

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Un grifo tirado en el basurero es un grifo, pero si lo encontrase Miró, ese grifo se convertiría en un Miro. Sí, estoy parafraseando a Joan Prats.

Parte de la obra de Miró se está exponiendo en Estocolmo en Waldemarsudde. Antes de referirme a la exposición de Miró, un par de noticias sobre el local.

Los que han leído al italiano pro fascista Curzio Malaparte ("Bonaparte se llamaba y terminó mal, yo me llamaré Malaparte y terminaré bien") y su famoso Kaputt, un testimonio de la tragedia entre 1939-45, relata su estancia en Suecia y su visita al príncipe sueco Eugenio, pintor, homosexual y mecenas. La casa que le dio cobijo a Curzio Malaparte es, hoy día, un museo y sala de exposiciones, a unos minutos en tranvía del centro de la capital sueca. En ese sitio se expone la obra de Joan Miró

Las obras se lucen en varias salas, figuran sus famosos afiches, muchos politizados y defensores de los derechos humanos, algunos cuadros clásicos y muchas esculturas.

Esta vez me voy a referir sólo a sus esculturas, casi todas las que se muestras en Estocolmo representan a la mujer. Para Miró las normas preestablecidas no existían, pues a la hora de ponerse a trabajar todo era libre, sus esculturas tienen una carga de improvisación y están cargadas de un aire lúdico.

En el dadaísmo el azar juega un rol importante. Miró cuando paseaba observaba y recolectaba. En medida que había cosas que le llamaban la atención, objetos tirado al azar, desechos como grifos viejos, recipientes de plástico, imaginaba obras a partir de la casualidad. Por lo que se sabe, no hizo dibujos previos, su creación escultural fue producto de la intuición. Ensambló y montó obras que son un homenaje a la ley de gravedad. Miró era un artesano y su obra escultural, por lo menos la que se expone en Estocolmo, una mayoría mujeres, lleva el signo de lo cotidiano. Es como la sueca Birgitta Rubin dice: "Joan Miró y la poesía de la cotidianeidad".

Para todo hay una frontera entre la vida cotidiana y la imaginación, en el universo de Miró esa frontera no existe y la prueba está en sus esculturas metálicas o en una botella de Ajax convertida en cuerpo de mujer.

Está demás decir que Miró se hizo mundialmente famoso por sus garabatos coloridos de gatos, perros, hombres y mujeres. Sus afiches, como aquel que pedía solidaridad para la causa española, han sido escuela para los "aficheros políticos" que los 60-70 intentaron imitarlo.

Volver a observar las obras de Miró es un placer que quiero compartir, aunque sea con estas líneas y estas fotos.

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