En 1983, la organización por los Derechos Humanos del Arzobispado de Sao Paulo, Clamor, me comisionó para seguir los rastros de la desaparición de Graciela Rutilo y de su hijita Carlita. Era un caso emblemático del Plan Cóndor y las ramificaciones alcanzan a Argentina, Bolivia, Brasil y Uruguay.
La búsqueda fue dolorosa, aparecieron pistas falsas motivadas por los paramilitares apresados al inicio de la etapa democrática con el impulso de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, la Asociación de Familiares de Desparecidos por causas polÃticas y abogados como Juan del Granado.
Amparo Carvajal era el pilar de esa búsqueda y Fanny Delaine, la profesional, que habÃa tomado los datos de la criatura cuando fue depositada en el Hogar Virgen de Fátima como una desconocida N.N. y luego arrancada para torturar psicológicamente a su madre, militante guevarista, y para entregarla a la Triple A Argentina.
En 1999 Carlita vino a recorrer los momentos de horror de su infancia y se alojó en mi casa para estar protegida pues gobernaba otra vez Banzer disfrazado de demócrata. Las agresiones fueron indirectas para evitar que se difunda su denuncia y pocos medios la entrevistaron, entre ellos una conmovedora charla con Carlos Mesa.
Muy joven Carlita tuvo una hija, Gracielita, y luego dos hijos más, como señal de la maternidad que continúa bajo el dolor pues nunca pudo desprenderse de su infancia desgarrada, reflejada en parte en el premiado film "Historia Oficial". Junto a su abuela y luego casi siempre sola y dedicada a los derechos humanos enfrentó muchas carencias materiales.
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