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Domingo 19 de marzo de 2017

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Revista Dominical

La tradici贸n como Norte del hombre

19 mar 2017

Por: 脕lvaro Villarreal Alarc贸n

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Existe una dolorosa amputaci贸n, que las sociedades humanas sufren cuando rompen el lazo misterioso y cordial que las ha formado y dado identidad.

Tradici贸n del lat铆n traditio, significa entrega, transmisi贸n. Los romanos completaban la compra y venta de una casa mediante el acto de la traditio, por el cual el vendedor entregaba al comprador la llave que le flanqueaba la entrada a su nueva propiedad. Y la entrega de esa llave de unas generaciones a otras, la cual encajaba en la cerradura del mundo, y nos franqueaba sus enigmas, es lo que llamamos tradici贸n.

La tradici贸n es una larga cadena viviente de relevos, en la que cada generaci贸n absorbe el acervo moral y cultural que la precede, y la entrega a la generaci贸n siguiente, y en este proceso de transmisi贸n que no es inerte, ni forzado cada generaci贸n enriquece el legado recibido mediante aportaciones propias, as铆 ha ocurrido desde que el mundo es mundo, el arte, la vida y la civilizaci贸n humana, han crecido de este modo sobre el humus fecundo que los tesoros de las generaciones anteriores nos han legado, y encargado preservar, para ceder en herencia a quienes vienen despu茅s. Mientras esta cadena no se quiebre, los hombres se sienten fortalecidos por lazos que los protegen de la intemperie, de ah铆 que todos los tiranos que en el mundo han sido, para imponer sus designios han tratado de destruir los lazos de la tradici贸n, pues saben que las personas desvinculadas se convierten en carne de ingenier铆a social. Por eso los nuevos tiranos abominan las fiestas y ritos que los vinculan al pasado, Por eso destierran de sus planes educativos todas las disciplinas que contribuyen a explicar a las nuevas generaciones el mundo del que proceden y el que se帽ala su futuro. Por eso combaten los lazos vivos que mantienen a los hombres unidos a su origen, empezando por los lazos familiares y religiosos.

Nuestra 茅poca ha logrado disminuir, incluso anular las causas del hambre, enfermedad y el dolor f铆sico. Pero hay otro tipo de dolor, el m谩s propio y exclusivo del hombre, que nace de la soledad espiritual y del desaliento vital, de la falta de sentido de la propia existencia que no s贸lo no se ha reducido, sino que se ha incrementado en forma alarmante en nuestra 茅poca, Y este dolor nace de la falta de lazos con la tradici贸n, de la conciencia de arraigo que llena la vida de sentido humano de objetivos y esperanza. La tradici贸n alberga el hombre en el tiempo, como su casa lo alberga en el espacio, y le otorga su bien m谩s preciado, el sentido temporal de las cosas, que le permite no perder la vida en la incoherencia y el hast铆o, la incertidumbre y la dispersi贸n. S贸lo la tradici贸n nos permite ver el paso del tiempo no como algo que nos gasta y nos pierde, sino como algo que nos realiza y nos madura.

Los nuevos tiranos nos venden la ruptura con la tradici贸n, con una suerte de liberaci贸n mesi谩nica, en aras de la modernidad y el progreso, absolutizando el presente los hombres llegan a creerse dioses, y olvidan que las ideas nuevas que les ronda la cabeza, que por supuesto son ideas inducidas por el tirano de turno, que ha moldeado a su gusto la esfera interior de sus conciencias, son repetici贸n de los viejos errores de anta帽o; esos errores s贸lo a la luz de la tradici贸n se delatan, porque la tradici贸n nos conecta con un dep贸sito de sabidur铆a acumulada, que sirve para explicar el mundo, que ofrece soluciones a los problemas en apariencia irresolubles, recordemos que el mundo nos pone problemas que otros confrontaron antes que nosotros, qu茅 otros discurrieron antes que nosotros, que otros dilucidaron antes que nosotros. Y cuando los v铆nculos con ese dep贸sito de sabidur铆a acumulada son destruidos, cualquier intento de comprender el mundo se hace a帽icos y nos deja en un carrusel de aturdimiento y banalidad, y as铆 subidos en ese carrusel nos quieren los nuevos tiranos.

Naturalmente este conflicto entre la tradici贸n y el presente se expresa en la crisis de la verdad, pues s贸lo la verdad puede orientar y trazar el rumbo de una existencia lograda como individuo o como pueblo, de hecho un pueblo que deja de saber cu谩l es su propia verdad acaba perdi茅ndose en el laberinto del tiempo y de la historia. Sin valores bien definidos, sin grandes objetivos claramente enunciados. As铆 los pueblos se van condenando a una sucesi贸n de cambios, y determinados sin principio y sin objeto a aceptar tales cambios como exigencias de una evoluci贸n incontenible. Es verdad que los hombres han deseado siempre cambiar pero los hombres con tradici贸n desean ese cambio para acercarse a aquello que no cambia aquello que trasciende la materia. Los que carecen de tradici贸n en cambio quieren cambiar para adaptarse a lo que de continuo cambia, a la moda del momento. Y no se trata de ganar altura, sino la de llevar la delantera en una carrera alocada, sin otra meta que el caos y la barbarie. Y es que la tradici贸n es el mejor parapeto contra la barbarie, el mejor ant铆doto contra quienes desean confiscarnos el alma. Termino citando un pasaje de Alexis Tocqueville, en el que el autor de la democracia en Am茅rica imagina a la sociedad futura, con unos tintes que hoy adquieren una dimensi贸n prof茅tica.

"Veo una multitud innumerable de hombres iguales y semejantes, que giran sin cesar sobre s铆 mismos para procurarse placeres ruines y vulgares, con los que llenan su alma.

Retirado cada uno aparte, vive como extra帽o al destino de todos los dem谩s, y sus hijos y sus amigos particulares forman para 茅l toda la especie humana: se halla al lado de sus conciudadanos, pero no los ve; los toca y no los siente; no existe sino en s铆 mismo y para 茅l s贸lo, y si bien le queda una familia, puede decirse que no tiene patria.

Sobre 茅stos se eleva un poder inmenso y tutelar que se encarga s贸lo de asegurar sus goces y vigilar su suerte. Absoluto, minucioso, regular, advertido y benigno, se asemejar铆a al poder paterno, si como 茅l tuviese por objeto preparar a los hombres para la edad viril; pero, al contrario, no trata sino de fijarlos irrevocablemente en la infancia y quiere que los ciudadanos gocen, con tal de que no piensen sino en gozar. Trabaja en su felicidad, mas pretende ser el 煤nico agente y el 煤nico 谩rbitro de ella; provee a su seguridad y a sus necesidades, facilita sus placeres, conduce sus principales negocios, dirige su industria, arregla sus sucesiones, divide sus herencias y se lamenta de no poder evitarles el trabajo de pensar y la pena de vivir."

La sociedad de nuestros d铆as ha de elegir en una b煤squeda interior de nuestra esencia, y vivir desarrollando nuestras virtudes y vocaciones de lo m谩s alto del esp铆ritu humano, o convertirnos en un reba帽o de animales t铆midos e industriosos, cuyo pastor es el estado. Porque convertirse en reba帽o es el destino de los pueblos sin tradici贸n.

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