La huelga general indefinida declarada por la Central Obrera Boliviana, una semana después del “Primero de Mayo”, ha sorprendido al país por lo inesperado de la decisión adoptada en “Ampliado Nacional de Dirigentes”, como ha sorprendido su súbita suspensión que se dio en medio del camino sobre el cual marchaban cientos de trabajadores de la COB, contra el 5% del incremento salarial dispuesto por el Gobierno, ya en diciembre del pasado año.
Los propios miembros de la histórica organización quedaron atónitos cuando su ejecutivo marchaba junto a quienes pedían su renuncia y lo acusaban como “traidor” de la clase trabajadora, por ser parte militante del gobierno. Una “jugada política” que nadie la esperaba, cuando el paso de los trabajadores sobre el sólido asfalto hacía sentir con persistencia que la “sólida estructura” del MAS se desmoronaba desde sus bases, en medio del extenso altiplano boliviano, desarticuló la organización laboral y, sin mayor explicación, los mineros se retiraron fracturando la movilización obrera.
La huelga general indefinida declarada por la COB, cayó en el precipicio de la incertidumbre mientras que los ejecutivos de la “máxima organización laboral” de Bolivia, firmaban en Palacio Quemado un preacuerdo que, supuestamente, podría fin al conflicto social que enfrenta por primera vez el gobierno del presidente Morales. El cuadro de la protesta social y el planteamiento del 12 por ciento de incremento al salario nacional, no encuentran una salida que pacifique al país y, por el contrario, son varios los sectores que continúan intensificando sus métodos de lucha.
La huelga general indefinida, como instrumento de lucha de los trabajadores, perdió su esencia y su consistencia histórica, mientras que la COB con sus 58 años de vida, dio un paso en falso que podría encaminar a los trabajadores más combativos del país (los mineros) hacia el escenario de los principales protagonistas de su destrucción. La experiencia vivida durante las dos últimas semanas, quedará registrada en los anales del sindicalismo del presente siglo, por su peculiar característica y la fácil búsqueda de soluciones a los conflictos que afectan severamente a los trabajadores que cada día pierden el poder adquisitivo de sus salarios o, definitivamente, su fuente de sustento de las familias bolivianas de clase media.
La huelga general indefinida ha constituido siempre el último extremo que los trabajadores adoptaban después de un largo proceso de conversaciones y negociaciones con el gobierno y la empresa privada, además de agotar todos los recursos de protesta para concretar una conquista social que sea digna de ser inscrita en los históricos registros del movimiento obrero boliviano. La “solución encontrada” por los dirigentes de la COB, esta vez, fue producto de una mágica circunstancia producida en medio del impresionante escenario altiplánico.
La pregunta que se hacen hoy, los propios dirigentes y trabajadores como protagonistas del hecho, es: ¿Qué pasó? Aún no hay respuestas, pero con seguridad que, en cualquier momento, saltarán las explicaciones.
La Central Obrera Boliviana (COB), que nació como la genuina representación policlasista de la clase obrera, había logrado que el mundo le reconociera su calidad “histórica”, “gloriosa” y hasta “influyente” organización de los trabajadores. En 1952 se convierte en el principal impulsor de las grandes transformaciones de la Revolución Nacional, a través del cogobierno obrero – campesino y concreta para Bolivia la nacionalización de las minas, el voto universal, la reforma agraria y, finalmente, la reforma educacional.
Bolivia, de esa manera, alcanza su liberación económica, elimina el pongueaje e incorpora al campesino y a los pueblos originarios, a la vida política y económica del país.
(*) Periodista
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