Respirar el aire puro, contemplar el cielo o las nubes, según el clima, quizás sentir una llovizna en la cara, o empaparse con un chaparrón, sentir el olor a tierra mojada o entrar en contacto con el pasto verde, son cosas que no se compran, no tienen precio y son de un valor incalculable para mejorar la salud de las personas.
Por una parte, tienen la potestad de mover equipo, maquinaria y personal para la limpieza, realizar obras que funcionen al 100 por ciento, como un buen sistema de alcantarillado, un servicio eficiente de recojo de basura, el colocado de contenedores, realizar limpiezas periódicas y organizar campañas para concienciar a la población del daño que puede causar a la salud una ciudad, o ambiente contaminado, sucio y lleno de desechos de toda clase.
Además pueden y deben controlar el parque automotor que cada vez es más abundante, pero nadie hace nada para un reordenamiento vehicular destinado a paliar la situación de contaminación del aire por el smog que despiden los motorizados.
Los ciudadanos, por nuestra parte, debemos concienciarnos y contribuir a que nuestro mundo sea un lugar más limpio, pues debemos pensar que nuestras acciones y malos hábitos lo que pueden conseguir es que se creen más focos de infección y polución que resultarán perjudiciales para nuestra propia salud y de quienes amamos.
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