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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 Sobre las alas de zopilote - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
Las aguas del diluvio habÃan convertido en un pantano el valle de Oaxaca. Pero allà un puñado de barro cobró vida y comenzó a caminar. Lo hizo muy despacio, con la cabeza erguida y los ojos bien abiertos. No se iba a perder nada de lo que el sol hacÃa renacer en el mundo.
Al rato llegó a un lugar que apestaba, y vio un zopilote devorando cadáveres.
Mucho se hizo rogar el zopilote. Estaban deliciosos los muertos. La cabeza del animal pedigüeño se asomaba para suplicar, y volvÃa a esconderse porque no soportaba el hedor.
Fue tanta la insistencia que el zopilote abrió sus enormes alas negras, dejó que el impertinente animal se acomodara en su espalda, y emprendió vuelo.
A medida que atravesaban las nubes, el ingrato pasajero mantenÃa la cabeza escondida y exclamaba:
Asà continuaron hasta que el pobre pajarraco perdió la paciencia y se inclinó repentinamente, arrojando a tierra a su quejumbroso acompañante.
Si no murió del susto el patitieso volador, debió haber muerto del golpe que sufrió al estrellarse en una roca, pues lo que lo salvó se hizo pedazos. Pero Dios bajó del cielo y con gran maestrÃa juntó los pedacitos, dejando que aquellos remiendos en el caparazón le sirvieran de recuerdo. (1)
Algunos intentamos conocerlo mediante las buenas obras, pensando que asà ganamos su aprobación. Otros hacemos penitencias y repetimos interminables rezos convencidos de que asà �l se ve obligado a premiar nuestra abnegación. Pero el único medio válido de llegar a la presencia de Dios en el cielo es Jesucristo su Hijo, y para conocer al Padre tenemos que conocer al Hijo y aceptarlo como nuestro Salvador. (2)
Los que hemos puesto todo nuestro empeño en llegar a conocer a Dios a nuestro modo podemos, no obstante, cobrar ánimo. No importa que hayamos sufrido, cual mitológica tortuga, una tremenda caÃda en el camino. Porque Dios está dispuesto a bajar del cielo y juntar todos los pedacitos de nuestra vida, y remendar ese caparazón que es nuestro corazón.
1.- Eduardo Galeano, Memoria del fuego I: Los nacimientos, 18a ed. (Madrid: Siglo XXI Editores, 1991), pp. 19-20.
2.- Jn 14:6-7
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