Debe tomarse en cuenta que esta obra fue escrita en idioma alemán y fue un problema recurrente resolver las aglutinaciones que se repiten en el idioma original; afortunadamente el idioma español es similarmente rico en expresiones y correspondencias y se puede inquirir sobre la verdad de la intención del autor hasta la acción y efecto de averiguar y descubrirla.
Traducir como lo han hecho los magnÃficos traductores de esta excepcional obra es tarea Ãmproba en cuanto es difÃcil que alguien que traduce que sea honesto y exento de vanidad no sienta al ver impreso su trabajo un dejo de insatisfacción, lo que siempre concede aliento al traductor es la voluntad inmarcesible y sin concesiones de seguir puliendo sus herramientas que son el conocimiento del lenguaje, sus expresiones, aglutinaciones, la terminologÃa y el concepto certero para conformar una semántica comprometida y concomitante a su profesionalidad.
Este artÃculo no es una recensión de la sensible obra "Carta al padre" de Franz Kafka, sin exageración una exposición desgarradora del deterioro de una relación entre padre e hijo, por lo contrario, es exaltar con amor la figura del padre ante la proximidad del dÃa del ser presuntamente menos festejado, que no resta su determinante importancia en el hogar. Todos preservamos recuerdos de pequeños cuando las voces de los padres, indistintamente eran las que más credibilidad generaban y afirmaban o negaban algo en el hogar para conferirle a esa acción formativa la posibilidad de existir y con ello se erigÃa en nosotros niños la imagen del ser mas fuerte de la tierra al sostenernos con sus preceptos claros e irrefutables.
A medida que, como niños nos conocÃamos a si mismos, comenzamos a cultivar ese amor al padre y a la madre pero cometimos el grave error irreparable de no decÃrselo frecuentemente ¡Eres es el mejor padre!, ¡Eres la mejor madre! Esa voluntad firme por la decisión prudente, certeza e inmediata en las vicisitudes gratas e ingratas del hogar, nos enseñó por paradigma e imitación consciente a pedir lo que necesitábamos y a ser solidarios con los requerimientos, si habÃan hermanos. No necesitábamos pedir a nuestros padres que nos abrazaran y nos besaran las veces que sean cuando estábamos tristes pues su percepción era celestial.
La función de preservar la vida y la salud por la alimentación es el logro consular de las madres ya que no obligaban a comer, empero, enseñándonos a masticar convirtió a la acción de comer en un verdadero placer, a sentir y comprender por explicación convincente del padre que, con la intensidad de sabor que proporcionan las papilas gustativas que lo que nos metÃamos a la boca, en nuestros cuerpos de niños, nos enseñó a pensar mientras se mezclaba la comida con la saliva y a ser conscientes que esa mezcla iba a nutrirnos con la finalidad de preservar la salud de nuestros cuerpos en desarrollo.
La filosofÃa útil de las conversaciones con nuestros padres nos hizo identificar la obligación de reconocer y pagar nuestras obligaciones, creando asà el equilibrio entre el Cesar y Dios, y a respetar nuestros compromisos, aunque fueran cosas de niños.
La proclividad de los padres para inducir a la comprensión de sus actos de carácter e inamovilidad en la decisión tomada, aunque ante nuestros ojos aparentaban ser crueles, no era otra acción inequÃvoca de transmitirnos formación con autoridad persuasiva que serÃa solo hacernos cambiar de opinión sino persuasiva, es decir doblegando nuestra voluntad y abonar asà el terreno de la seguridad para nuestra independencia frente a la vida lo más pronto posible.
(*) Abogado corporativo, postgrado en Educación Superior e Interculturalidad, doctor honoris causa, escritor.
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