Las laderas de nuestros cerros hoy permanecen intactas: los extensos cercos de piedra construidas sacrificadamente por los abuelos, que antes, en ella, relucÃan un verdor intenso con la siembra de papa, quinua, cebada; hoy yacen como tierras vÃrgenes. Se puede imaginar de lo lejos que estas tierras no fueron tocadas por las manos humanas.
En los ranchos o estancias de aquella región solo habitan pocas personas, a quienes podemos decir que son valerosos(as) y patriotas porque en realidad ellos resguardan la integridad territorial.
La mayor parte de la población rural del occidente orureño emigró a los centros urbanos y es más, se fueron a los paÃses vecinos, hoy en dÃa, la gran mayorÃa de la población activa está en la ciudad, sumida en la miseria. No podemos negar, que en las calles se ven cada vez más indigentes: cargadores, señoras, caballeros pidiendo limosnas.
Esta realidad desesperante, sobre todo en la ciudad de Oruro exige a las autoridades departamentales y nacionales encarar con mayor responsabilidad. Ejecutar proyectos de impacto departamental y nacional que generen empleos sostenibles, como el Puerto Seco, que es alternativo para combatir la pobreza en la ciudad y el turismo a todo nivel, ahora, más que nunca por que el gobierno, inteligentemente, viene mejorando las vÃas de transporte.
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