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Domingo 05 de marzo de 2017

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Revista Dominical

Ingeniería social y deconstrucción moral

05 mar 2017

Por: Álvaro Villarreal Alarcón

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Desde siempre en las sociedades humanas han existido grupos de poder que han tratado de imponer su autoridad sobre las multitudes, y esto lo hacen con una receta tiránica invariable, socavando, erosionando, destruyendo los vínculos comunitarios que hacen fuertes a los miembros la sociedad ligándolos a un acervo moral reedificado generación tras generación, esto constituye el andamiaje sobre el que se edifican sociedades con personalidades fuertes y con libertad de juicio, que los poderosos tanto desprecian.

Los tiranos aspiran a modelar la sociedad a su antojo, configurando un hombre nuevo desligado de ese acervo moral que lo precede, y pretende que comulgue con esa nueva ideología artificial y materialista que se presenta ahora como pensamiento oficial y en boga, difundido hasta la saciedad por todos los medios de comunicación.

Y para ello necesitan hacer de esas sociedades con personalidades fuertes y con libertad de juicio, una especie de masa humana uniforme y gregaria, huérfana de las enseñanzas que le transmitieron sus antepasados. A este proceso que hace tiras a las comunidades humanas reduciéndolas a rebaños obedientes, la llamamos ingeniería social. Antaño tal proceso de ingeniería social se lograba actuando sobre los individuos, desde una esfera exterior de métodos de control represivos, prohibiciones y normas de obligado cumplimiento cuya infracción acarreaba las penas más onerosas. En las formas más evolucionadas de tiranía, la ingeniería social se logra actuando mediante el adoctrinamiento cultural y la propaganda, sobre la esfera interior o conciencia del individuo.

Esta forma de ingeniería social es mucho más eficaz porque si en las represivas tiranías de antaño quien era pisoteado tenia conciencia del despojo que estaba sufriendo, en las tiranías de hogaño mucho más oscuras y sañudas el despojo ya no se percibe como tal, sino más bien como una forma de gobierno amable y protector.

Una vez triturados los engranajes de la sociedad con esta visión del mundo relativista y sin tradición, las sociedades sometidas pueden llegar a considerar el despojo sufrido como una conquista de libertades, a la que no está dispuesta a renunciar, lo cual es perfectamente comprensible, pues destruidos los vínculos comunitarios que hacen a las personas fuertes, quien ha sido sometido a un proceso de ingeniería social ya no tiene donde refugiarse, solo con el tirano disfrazado de mesías.

En las últimas décadas Bolivia ha llegado también este proceso de ingeniería social, que nos está empujando inconscientemente a renunciar del acervo moral de nuestros valores, como quien se desprende de una carga del pasado. Así exactamente, así despojados de ese depósito de sabiduría acumulada es como nos quieren los nuevos tiranos, para que en nuestra orfandad sin vínculos con la tradición se convierta en el terreno de cultivo de sus consignas ideológicas que actúan a modo de implantes emocionales en nuestros cerebros y en nuestras almas.

Este proceso se ha acelerado en los últimos años con un proyecto político muy definido y en gran medida consumado cuyas consecuencias quizá sean difícilmente reversibles, cada vez se considera más al aborto como un derecho a alcanzar para las mujeres y no como un crimen. La dignidad de la vida humana ha sido mancillada mediante la aceptación de la eutanasia y la experimentación con embriones. El adoctrinamiento ideológico gobernativo ha infestado la educación, y se han impuesto versiones oficiales sobre nuestra historia que nadie puede atreverse a discutir a riesgo de ser condenado al ostracismo. A nadie se le escapa que el propósito último de tal proceso de ingeniería social no es otro que destruir los fundamentos cristianos de la sociedad.

Algunos pensarán con ingenuidad que esto ha sido diseñado por los gobernantes de ahora, pero tan sólo son los entusiastas ejecutores de un plan minuciosamente urdido desde instancias más poderosas, encargadas a su vez de instrumentar una ofensiva contra la civilización cristiana, que hunde sus raíces en doctrinas políticas, movimientos filosóficos e ideológicos que se han hecho hegemónicos y que son descaradamente compartidos por izquierda y derecha, movimientos que bajo el disfraz de exaltación de la libertad y o del progreso, encubren un propósito totalitario,

Ante las circunstancias actuales debemos ser personas críticas con nuestro entorno, reflexivos sobre nuestros actos, que aprendamos que si vivimos por y para el placer nos convertimos en marionetas de nuestros instintos, escindidos cada vez más de nuestro componente espiritual, ese que nos hace a aspirar a lo sublime, dando sentido a nuestra existencia, y que moldeó a nuestros antepasados dándoles un Norte que ha de ser nuestra meta como pueblo.

Dar rienda suelta a nuestros instintos, sentirnos plenamente libres incluso para atentar contra nosotros mismos es la seductora trampa que nos tienden los ideólogos e impulsores de la ingeriría social, ante los cuales tenemos dos respuestas posibles, o nos resignamos a vivir en medio de la exclusión y el desprecio social, pero siendo fieles a nuestros principios y valores, o nos rendimos a la anestesia placida que nos brinda el rebaño, y exaltamos a la cultura actual a cambio de que le entreguemos nuestra alma.

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