Cuando Simón I. Patiño descubrió la veta más rica de estaño en la población de UncÃa, ubicada al norte del departamento de PotosÃ, se convirtió en el magnate minero más afortunado de todos los tiempos y entró en contacto con las empresas transnacionales, tanto inglesas como norteamericanas, para explotar el mineral que los indÃgenas proletarizados extraÃan del vientre de la montaña.
Se cuenta que la veta hallada por Patiño era tan pura y rica, que las rocas, sin necesidad de pasar por un proceso de previa concentración, podÃan ser transportadas directamente desde los socavones hasta el puerto de Antofagasta, en Chile, y desde allà en trasatlánticos hasta los hornos de fundición de la William Harvey, en Inglaterra.
Los mineros lucharon en las calles, fusil y dinamita en mano, contra los guardianes de la oligarquÃa minero-feudal y ellos decidieron la suerte histórica de la nación oprimida. Sin embargo, a pesar de haber sido ellos quienes protagonizaron la revolución de 1952, fueron los partidos ajenos a sus intereses de clase, como el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), los que se aprovecharon de los triunfos alcanzados en las contiendas sostenidas contra los guardianes la oligarquÃa minero-feudal.
Las dos vertientes, que ocuparon el tiempo y la dedicación de los estudiosos de la literatura nacional, no están separadas la una de la otra, sino que, simple y llanamente, son dos ramas de un mismo tronco, cuya única diferencia radica en el modo de tratamiento de una misma temática que tiene diversas aristas y planos, que se prestan a diversas interpretaciones, dependiendo de la perspectiva desde la cual se lo contemple y del modo como se lo trate en una obra literaria. Por lo tanto, no es lo mismo una descripción realista de un contexto social determinado que la descripción de ese mismo contexto con una combinación de elementos que fluctúan entre lo real y lo ficticio.
El TÃo de la mina, que cobra vida en mi novela "El Laberinto del pecado" (1993), en "Cuentos de la mina" (2000) y "Conversaciones con el TÃo de Potosà (2013), es un personaje central en la cosmovisión andina y el eje fundamental en la mitologÃa minera desde mucho antes de que se empezaran a explotar los yacimientos de estaño en Oruro y PotosÃ. El TÃo de la mina está considerado como el ser protector de las familias mineras y su estatuilla es motivo de reverencias en las tenebrosas galerÃas, donde los trabajadores le rinden tributo y pleitesÃa como forma de preservar una de las tradiciones ancestrales más arraigadas en el imaginario de los mineros bolivianos, quienes conviven en simbiosis con las culturas ancestrales y la cultura occidental impuesta por los conquistadores. En la segunda etapa de la literatura minera, el mito y la realidad se funden en una suerte de historia que supera a la fantasÃa, ya que las costumbres, ritos y creencias ancestrales, con sus leyendas y sus mitos paganos, son tan dominantes como las costumbres del catolicismo occidental.
En sÃntesis, en la literatura de ambiente minero se distinguen dos etapas fundamentales; la primera marcada por el "realismo social", cuya función era de denuncia y reivindicación; y, la segunda, marcada por el llamado "realismo fantástico" que, además de rescatar las costumbres ancestrales y los ritos pagano-religiosos de los mineros, se ocupa de reflejar sus sueños y pesadillas, sus tragedias y esperanzas. Por lo tanto, si bien en la literatura minera se empieza denunciando la explotación de los trabajadores mineros, se termina rescatando los mitos, leyendas y tradiciones. Entre esos mitos y leyendas se encuentra el TÃo (Huari o Supay), quien, según la tradición minera, es el dios protector en los socavones y el dueño absoluto de las riquezas subterráneas.
* VÃctor Montoya Lora.
La Paz, 1958. Escritor, ensayista y pedagogo.
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