¿Se escribe para ganar dinero? La respuesta debe ser ambigua.
¿Cuántos autores han debido sufragar los gastos de edición de sus obras nunca leÃdas por el público?
¿Cuántos, en fin, han debido arrastrar una existencia miserable pues no deseaban, ni sabÃan hacer, otra cosa que escribir?
Pocos han sido los grandes escritores que con su pluma hubieran podido costearse siquiera un modesto pasar.
Siglos atrás debÃan depender del favor de un mecenas, subir a las tablas como Shakespeare que habrÃa agradecido que se le torne por buen actor, o refugiarse en la quietud y la tranquilidad de un convento.
En el prólogo a la segunda parte del Quijote, Cervantes que siempre estuvo en terribles apreturas económicas, se vio obligado a escribir sin rubor:
"Viva el gran Conde de Lemas, cuya cristiandad y liberalidad bien conocida, contra todos los golpes de mi corta fortuna me tiene en pie, y vÃvame la suma de caridad del IlustrÃsimo, de Toledo, don Bernardo de Sandóval y Rojas..."
Es el mismo Cervantes que se desquitará haciendo hablar al Quijote:
"Las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recibidas, son ataduras que no dejan campear el ánimo libre. Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan, sin que le quede obligación que agradecer a otro que no sea el mismo cielo."
"Muy Sor mÃo y mi amo: Abriome V.m. ventana a el purgatorio con la libranza de los dos mil reales, de que le he dado gracias al amigo y besado las manos a V.m. por lo que escribà el martes pasado. Ahora lo vuelvo a hacer tantas veces como tenÃa maravedÃs la póliza, y aun quedo debiendo agradecimientos al cuidado de V.m. por el que tiene de solicitar sufragios a las penas que se padecen bebiendo y esperando...
"Al fin, señor mÃo, por cualquier camino de aquà a Pascua se me provea lo restante de los seis meses, advirtiendo que seiscientos ni setecientos reales son migaja en capilla, como dicen, porque no hay mes que no gaste ochocientos reales y a no tener pagada la casa hasta 20 de septiembre no pudiera pasar con ochocientos, porque un coche es grifo de las manzanas y a veces de las caperuzas, cuando no es avestruz, como ha sido esta semana en digerir hierro..."
La imagen de Ba1zac, asediado de acreedores y escribiendo como un poseso para atender algunas de sus deudas, es familiar a todos los lectores.
Los 97 volúmenes de su Comedia: humana, son escritos en veinte años, en jornadas que muchas veces se prolongan por dieciocho horas al dÃa.
En una carta que le envÃa a su amante Madame Hanska, confiesa Balzac que trabajar es levantarse a media noche, escribir hasta las cinco de mañana, desayunar en cuarto de hora volver al escritorio hasta las cinco de la tarde, comer rápidamente y dormir para repetir al dÃa siguiente.
Por el contrario, Alejandro Dumas o Dickens que amasaron grandes fortunas con sus plumas, ¿habrÃan escrito tanto de no haber contado con la admiración fervorosa del público?
Son legiones los escritores que, hoy como ayer, dicen cuanto tienen que decir sin esperar
recompensa, sin buscar honores, sin hallar la más módica retribución.
Uno todavÃa tiene sus pudores. Amar al prójimo como a ti mismo está además pasado de moda... Son sin duda, muchos motivos, algunos inconfesados, como el puro narcisismo. George Orwell, en uno de sus excelentes ensayos señala que en todo autor, poniendo del lado la necesidad de ganarse con algo la vida, existen en diferentes proporciones, cuatro motivos: principales:
"Y sin embargo ¡ay!, no existe otro medio de comunicar a los hombres la única cosa que es inmortal en nosotros, esta: ¡Ah...! ¡las palabras!, ¡las palabras!
Mi terror ha sido el aniquilamiento, la anulación, la nada, más allá de la tumba", y en otra oportunidad: "un tormento, una congoja de eternidad me persigue dondequiera."
Isaac Babel decÃa que nada hiere tan profundamente el corazón de un hombre como un punto puesto en el lugar exacto. Es como una estocada capaz de quitarnos el aliento por el puro deleite de leer una frase, equiparable a recrear la vista en un paisaje imponente o escuchar una bella melodÃa.
3. El deseo de restablecer la verdad histórica; de registrar los hechos verdaderos: para legarlos a la posteridad.
Aunque este impulso puede quedar evidentemente adulterado en forma inconsciente por el autor cuando su versión queda teñida por sus prejuicios nacionales o clasistas, o por la pretensión de servir a un fin superior, deformando intencionadamente los acontecimientos.
En los paÃses con historia oficial, ¿no desaparecen acaso como por encanto, personajes y hechos, cuando los gobernantes de turno asà lo dictaminan?
4. El propósito polÃtico, en su más amplio sentido; la intención de influir sobre nuestros contemporáneos, de empujar nuestra comunidad y el mundo en una determinada dirección, de influir sobre las vidas de los demás o mejorar nuestro tiempo.
Lo dice Blas de Otero:
"Escribo por necesidad, por contribuir (un poco) a limpiar la sangre y la iniquidad del mundo."
Vale pues, son dos motivos básicos que mueven en diversa medida; a cada escritor a tomar la pluma.
Otra pregunta pertinente es la de si todavÃa vale la pena escribir cuando todo hace pensar que es casi un esfuerzo inútil: nadie parece leer, harÃan falta varias vidas para hojear una mÃnima parte de cuanto editan las prensas en una semana en el mundo.
Finalmente ¿puede abrigarse la ilusión de que cuanto uno escriba puede servir, bien sea en una Ãnfima proporción, a mejorar la vida de los demás?
Sartre declaró que era absolutamente inútil toda la literatura mientras los niños sufrieran hambre y los mayores castigos.
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