No es un juego polemizar sobre la situación mundial de la alimentación de casi 8000 millones de seres humanos en el contexto de una crisis climática general que está creando regiones bajo una sequía sistemática y persistente con visos de tragedia estructural, lo que convierte las peores visiones de catástrofe humana en algo prácticamente real. Hoy, en pleno 2017, asegurar una alimentación variada y nutritiva para el conjunto de la población humana es ya una tarea imposible en el corto y hasta en el mediano plazo, pero el permitir, si se quiere, que por lo menos unos mil millones de personas sobrevivan a la crisis alimentaria sin secuelas terminales ya sería un gran logro. Son problemas que cuando se plantean ya implican la muerte de mucha gente y cuando se discuten y se llega a soluciones cortoplacistas la tragedia es grave, peor cuando se realizan con graves deformaciones.
Dentro de todo este apabullante fenómeno se producen dos realidades:
La producción actual de alimentos podría ser suficiente para satisfacer a toda la población mundial si no se desperdiciaran a raíz de falsos periodos de vigencia en países industrializados o a irracionales prejuicios sobre su calidad alimenticia, los que son convocados falsamente por personas que pretenden alimentarse con "hierbas".
El crecimiento desproporcionado de la población en regiones carentes de recursos, especialmente en África, Asia y Latinoamérica; donde dar de comer a los desprotegidos ya es una tarea sin visos de solución; lleva a catástrofes humanitarias. Hasta se dan el lujo, los africanos, de comer simios que poseen un 98% de genes humanos.
Si no se pone solución a estos dos problemas, entonces surgen dos intenciones falsas y peligrosas en el mediano y largo plazo:
Ampliación de la frontera agrícola en terrenos naturalmente frágiles por su biodiversidad, quemando árboles y asesinando a animales que carecen de fortalezas contra su enemigo perverso: el ser humano.
Uso indiscriminado de pesticidas y fertilizantes costosos y medioambientalmente nocivos para producir mucho hoy y poco mañana.
En esta realidad no pueden existir soluciones fáciles. Producir más alimentos sin considerar los daños a la naturaleza es criminal. Pero, no producirlos sin considerar las variables de su generación es todavía más peligroso. Entrar en el debate falso de alimentos orgánicos y transgénicos podría acabar en el tema del origen del ser humano: "el huevo o la gallina", algo que no se puede resolver de ninguna manera.
Los mal llamados "alimentos orgánicos" poseen propiedades naturales insustituibles como su cantidad de vitaminas, algo precioso en el contexto de preservar el organismo de males orgánicos. Pero, los alimentos transgénicos tienen propiedades más utilitarias: mejor sabor en los productos creados, mejor adaptación de las plantas a condiciones de vida más deplorables, aumento en la producción de los alimentos con un sustancial ahorro de recursos, aceleración en el crecimiento de las plantas y animales, mejores características de los alimentos producidos a la hora de cocinarse, capacidad de los alimentos para utilizarse como medicamentos o vacunas para la prevención y el tratamiento de enfermedades.
Y, al final, salvar a la Naturaleza pasa por cerrar el camino a los depredadores humanos. Los alimentos transgénicos tienen la posibilidad de poner fin a los pesticidas y fertilizantes, contaminantes y caros. La crisis alimentaria pasa por redimir a mil millones de personas que podrían morir a edades tempranas, pero el uso de alimentos transgénicos les permitiría ese hecho a los 70 u 80 años por cáncer. ¿Dónde está la ventaja?, en la posibilidad de salvar a muchos seres humanos que, en las actuales circunstancias, morirían por graves carencias alimentarias. El tema de supuestos daños químicos debería ser tratado con pruebas consistentes a partir de métodos comprobados científicamente. Lo demás es "paranoia".
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