Los que enseñamos a través de la cátedra debemos transfundir a la población las experiencias vividas en ese proceso, sobre todo aquellas que puedan ayudar a los hogares, aunque uno no sea especialista, en determinados problemas o circunstancias que viven las familias ¿Por qué?, porque la familia es la semilla de las sociedades.
La experiencia de enseñanza superior con un autista es probable que sea de ayuda y colaboración a los padres, para tratar el estado del autismo con mayor conocimiento y aplicación de lo que es en realidad el comportamiento de un autista. Con esa finalidad debe comprenderse que en un autista se consuma una concentración habitual de la atención de una persona en su propia intimidad, con el consiguiente desinterés respecto al mundo exterior. Los psicólogos afirman que la intensidad excesiva puede derivar en patología y hasta irrumpir en esquizofrenia, empero, el autismo tiene un origen controvertido lo que determina que es imposible desasociar los factores orgánicos y psíquicos, consecuentemente el trato con un autista siempre será diferenciado, porque son seres humanos admirablemente inteligentes, casi en todos los temas donde encuentran receptividad externa, amor y no violencia, menos actitudes inamistosas.
Presuntamente es un mayúsculo error intentar imponer actitudes, hábitos, rutina y comportamientos estereotipados a un autista, simplemente se puede sugerirlos con acendrada afectividad para su propia decisión o la eventualidad de la asunción de la sugerencia por el autista.
Jamás, en las clases, preguntarle y repreguntarle con insistencia hasta irritarlo; la respuesta manará en el momento menos esperado y pensado y será con contenido correcto al desarrollo de su pensamiento que condensa la pregunta, además puede ser, con probabilidad cierta, que agregue conceptos adicionales que asombrarán por su profundidad del conocimiento y la propia concepción de la idea. Ante esa vivencia en clases, no es recomendable elogiarlo ni sobreestimarlo; bastara sólo agradecer su respuesta lacónica y amablemente. Similar actitud puede trasladarse en las convivencias en el hogar.
El "porqué" constante e incisivo no es adecuado para los autistas, ¿por qué no te sientas?, ¿Por qué no comes?, ¿por qué no respondes?, ¿por qué no haces ejercicios?; el autista considerará en qué momento se sienta, come, responde o hace ejercicios. Las personas del entorno que visualizan o intuyen este trato es seguro que cultivarán una buena relación con el autista y obtendrán como efecto el conocerlo más. El autista no es proclive a situaciones altisonantes, peleas, gritos y hogares turbulentos; cuando se ve envuelto en las situaciones descritas se encapsula aún más.
La percepción silenciosa del mundo exterior por un autista es necesariamente más intensa y precisa que los que expresamos espontáneamente y en el acto sentimientos, alegrías y desasosiegos; precisamente porque su cerebro mantiene un dinamismo superior que le provee la agudeza y la extensión de su pensamiento.
Estas son observaciones que pueden ser útiles a los alternan con autistas.
(*)Abogado corporativo, posgrado en Docencia en Educación Superior e Interculturalidad, doctor honoris causa, escritor
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