Un dÃa cualquiera Joshua Bell subió al metro con su Stradivarius de 1713 en mano. Cómplices de la monotonÃa los allà presentes no le prestaron atención. Ensimismados fueron incapaces de darse cuenta que se encontraban ante uno de los mejores violinistas del mundo. Conseguir una entrada para escucharle solÃa ser una misión imposible y aquel dÃa abandonó el metro con apenas 30 dólares.
El ser humano es un animal de costumbres, todos los dÃas misma hora, mismo desayuno, misma rutina. Nos dejamos llevar, no tomamos decisiones. Dejamos que la rutina decida por nosotros, es más cómodo, más sencillo. Aburre, pero supone una liberación para la mente y nos deja tiempo para otras faenas más provechosas como preguntarnos si dejamos o no la luz de casa encendida.
Corremos el peligro de pasar demasiado tiempo en una zona de confort. De abandonar retos, motivaciones o simplemente no apreciar a un virtuoso de la música como Bell. Para el escritor estadounidense John Steinbeck, habÃa mil maneras distintas de vivir, pero al final sólo quedaba una, la propia.
El dÃa que dejemos de sorprendernos, de maravillarnos y aceptemos las cosas tal y como son algo morirá en nosotros. La rutina aporta seguridad y protección, pero si no prestamos atención al mundo que nos rodea, algunas de las mejores cosas de la vida caerán en el olvido.
De todos los animales de la creación, el hombre es el único que bebe sin tener sed, come sin tener hambre y habla sin tener nada que decir. Nos sobran los motivos para vivir cada momento como algo único. Saltarse la rutina es abogar por una actitud distinta, una manera de vivir basada en observar, experimentar y afrontar la realidad de manera que esta no resulte indiferente.
(*) Periodista
Twitter: @GonzaloSt167
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